Maternidad en Tepoztlán, 1972.
Foto: Paulina Lavista
En sendos sexenios frente a la Secretaría de Salud, los doctores Guillermo Soberón (1982-1988) y Jesús Kumate (1988-1994) diseñaron y estructuraron campañas para mejorar la salud de los niños y las familias mexicanas con una visión a futuro, sin pretensiones personales. Ellos no descuidaron, a la mitad de su mandato, sus funciones para hacer campañas políticas personales, su prioridad fue llevar a cabo un plan de salud sistemático que, a mi parecer, fue efectivamente exitoso.
Sus campañas permearon en la conciencia de los jóvenes. Dejaron de morirse los niños por deshidratación y fueron vacunados en su mayoría, y con el eslogan de: “Menos hijos para darles más” o “La familia pequeña vive mejor” —aunada a la invitación masiva a los jóvenes para prevenir embarazos indeseados acercándose a las clínicas de salud para orientarse sobre los métodos anticonceptivos disponibles en aquellos años—, para mí surtió un claro efecto que mejoró la situación de la salud en México a partir de las campañas de Soberón y Kumate. Como ejemplo me baso en mi relación laboral con tres hijas de don Pablo Arellano, músico de profesión, oriundo de San Felipe Otlaltepec, quien procreó seis hijos: Martín, Flora, Marina, Francisca, Marcela y Polo:
San Felipe Otlaltepec es un pueblo mágico situado al norte de Puebla, donde la mayoría de sus pobladores son músicos que por generaciones han formado bandas que tocan música leyendo partituras; en el pueblo aún se habla la lengua indígena conocida como indigua o popoloca. El cineasta Nicolás Echevarría hizo en 1980 un documental que no he podido ver y espero hacerlo algún día, titulado Poetas campesinos, precisamente sobre las bandas de música de San Felipe Otlaltepec.
Desde 1980, tres de las hijas de don Pablo Arellano han trabajado conmigo, Flora y Marina como sirvientas de planta, y luego de entrada por salida; y Francisca, otra de las hijas, fue mi secretaria y asistente hasta que se casó. A duras penas tocando música de pueblo en pueblo por toda la región y con la ayuda de sus hijas mayores ya trabajando en la ciudad de México, don Pablo pudo mandar a todos sus hijos a estudiar. El resultado es sorprendente:
Hoy Martín es licenciado en contaduría, casado con una abogada, pasó a la clase media con casa propia, automóvil, TV, etc., tiene dos hijos. Francisca se casó y tiene dos hijas que aprendieron música, una de ellas fue niña prodigio que se desempeñó como primer violín de la orquesta juvenil de la Sala Ollin Yoliztli. Marina tiene dos hijos, el mayor se recibió con honores en el Politécnico, titulado como ingeniero en electrónica; y el menor está a punto de recibirse como ingeniero industrial. Polo, el menor de los hijos de don Pablo, desde niño aprendió a tocar el corno, entró al Conservatorio Nacional de Música y hoy es cornista de planta de la orquesta de Acapulco.
El pueblo mágico de San Felipe Otlaltepec es hoy un pueblo organizado, con escuelas de música: El fruto ha sido que muchos de los alumnos hoy ocupan atriles en orquestas internacionales. Todos los hijos de don Pablo pudieron escalar a una mejor vida por tener menos hijos para darles más… (Continuará)
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