Origen

Ahora que recién cumplí 75 años de edad, en este encierro tan largo e inesperado que dura ya más de 100 días, obligada por la epidemia que nos azota, pienso en mi vida y en cuán rica ha sido en experiencias y emociones por los diversos ambientes y lenguajes que me ha tocado conocer:

Los cambios que trajo la posguerra y los avances científicos y tecnológicos que han sucedió a lo largo de lo vivido han permanecido en mi memoria y me azoran. Me congratulo de haberlos vivido y de tener la memoria para recordar las historias y los destinos de las personas que me han intrigado y que me llevan a recrearlas y a reflexionar sobre el origen y el destino que la vida nos depara.

Cuando era yo niña le pregunté a mi mamá que cómo había llegado mi padre a ser compositor de música y por qué tenía tantos discos y libros. “Tu padre fue un niño prodigio, tocaba el piano desde los cuatro años, era considerado un verdadero genio. A los 10 años daba conciertos al público, algunos con sus propias composiciones y tenía, a su corta edad, una extraordinaria cultura musical y literaria. Su colección de discos y libros la comenzó desde su niñez”, me contestó. ¿Y quién le enseñó, cómo aprendió?, le pregunté…

El germen musical

El destino de las personas y yo (II)
El destino de las personas y yo (II)

La señorita Elisa Peimbert, tu abuela, cantó con éxito en Mérida, pero cayó gravemente enferma de fiebre amarilla y tuvo que quedarse en cuarentena algunos meses, por lo que el gobernador le puso una dama de compañía, la señorita María Pérez Gamboa (parienta del locutor Ramiro Gamboa, quien luego adoptó el sobrenombre del Tío Gamboín”); ella la cuidó con esmero durante su enfermedad y convalecencia. Ya recuperada, en agradecimiento, tu abuela, quien ya estaba comprometida para casarse con tu abuelo, Rafael Lavista Loaiza, la invitó a pasar una temporada a la Ciudad de México y a su boda. La señorita María Pérez Gamboa aceptó la invitación y vino a la boda de tus abuelos. Sin embargo no se regresó a Mérida después del casorio porque tu abuela le pidió que se quedara otro tiempo más con ella y así lo hizo.

A los dos meses de casada, tu abuela se embarazó y entonces le pidió de nuevo a María Pérez Gamboa que no se fuera, que esperara hasta que naciera su hijo y entonces María se quedó al nacimiento de tu padre. María se encariñó con el niño y se quedó para siempre; fue así como pasó a ser parte de la familia —concluyó el relato mi madre.

María Pérez Gamboa, conocida en la familia como La Chichí o Tzitzi, que en maya quiere decir abuela, no tuvo una vida propia, dedicó sus días a acompañar a mi abuela y a servir a mis abuelos como nana, ama de llaves, creando un vínculo inseparable con mi abuela, el cual duró hasta su muerte. Mi padre la adoraba como a una segunda madre.

Cuando era yo niña y visitábamos a mi abuela, La Chichí siempre estaba a su lado, pendiente de sus necesidades, era una viejita de chongo y delantal, muy cariñosa, que hablaba con acento yucateco y fumaba constantemente cigarrillos “Alas”. (Continuará...)

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