Continúo con el relato de la meteórica carrera de mi padre, Raúl Lavista, como pianista, compositor y director de orquesta, quien a la edad de 20 años debutó, recomendado por su maestro Manuel M. Ponce, como compositor de música en la película Dos monjes, dirigida por Juan Bustillo Oro en 1934. Escribió la canción-tema “Ana” (música y letra), que va narrando los sentimientos por los que pasa el personaje enamorado locamente de Ana, luego traicionado por ella y su mejor amigo:
“Cuanto… cuanto… te quiero dulce amor mío…”, y conforme pasa el drama: “Cuanto... cuanto… he llorado…”; y luego: “Cuanto… cuanto… he sufrido…”
A Bustillo Oro le gustó su trabajo y al año siguiente (1935) lo invitó a participar como compositor de música de su siguiente proyecto: el documental Irrigación. Aún sin la suficiente experiencia, mi padre aceptó el reto, compuso la música para el documental y dirigió la orquesta para la grabación.
En 1936 le llegan ofertas de otros directores y empieza a componer la música para diversas películas, al tiempo que aprende cómo hacerla, cómo instrumentar, cómo orquestar y… también llega el amor, literalmente, a su puerta…
¿Cómo se conocieron tú y mi papá? —le pregunté a mi madre.
“En 1935, a los 19 años de edad, viajé de Los Ángeles a México y me hospedé en casa de mi hermana Sara. Nací en Tala, Jalisco y emigré con mi familia a los cinco años de edad a California. Yo no conocía realmente México, ni hablaba bien el español, sólo tenía yo un vago recuerdo de mi niñez. Sara vivía en la calle de Mayorazgo (hoy Adolfo Prieto). En aquella época había dos compañías de teléfono; Ericsson y Mexicana y yo tenía que hablar por alguna de las dos que no tenía mi hermana. Sara me indicó que en la casa de enfrente vivía la familia Lavista, que tocara la puerta y les pidiera permiso de usar su teléfono. Toqué y muy amablemente me abrieron. Entré por la sala donde tu padre y su amigo Ernesto Leal tocaban el piano a cuatro manos. Yo me impresioné mucho, era la primera vez que veía y escuchaba de cerca un piano de cola. Terminé mi llamada telefónica, les sonreí a los jóvenes pianistas y salí de la casa de la familia Lavista. Al día siguiente tu padre se presentó en casa de mi hermana para solicitarme que le diera yo clases de inglés, a lo cual accedí”. (Continuará...)