Escribo este texto durante la tarde del domingo 2 de junio aún con las casillas abiertas. Largas filas que dejan ver una amplia participación y un entusiasmo democrático que celebro. Las principales notas han sido hasta ahora la saturación de las casillas especiales. Son tantos los que aspiran a votar, que hacerlo fuera de la circunscripción registrada en la credencial del INE es muy complicado. Hay que recordar que las casillas especiales tienen por ley un número limitado de boletas, que en muchos casos han resultado insuficientes.
Además de las largas filas y la desorganización, se han reportado algunos hechos violentos: urnas robadas o incendiadas, presencia de grupos de choque en la cercanía de las casillas y hasta balaceras entre simpatizantes de partidos rivales.
En algunas horas empezarán a fluir los primeros resultados. Lo que ya prácticamente sabemos es que, por primera vez en la historia, la presidencia será ocupada por una mujer. En un país con un machismo tan arraigado, no es poca cosa.
Los retos que hereda la futura mandataria, sobre todo en términos de seguridad, son inmensos. En ese ámbito es imposible lograr buenos resultados en el corto plazo. Se requiere de un cambio en la estrategia, una coordinación inmensa y un reacomodo que tomará varios meses. Seria lamentable que, si no se ve una reducción de la violencia en lo inmediato, se atribuya a el hecho de que gobierna una mujer.
Otro reto importante que heredará es la polarización que hay en el país. Mexicanos confrontados con mexicanos simplemente porque piensan distinto. Sería deseable que la futura presidenta tenga un discurso empático y conciliador. Ojalá que entre sus prioridades esté el fomentar la unión de todos y que su liderazgo sea capaz de acercar a los distantes. Ya suficiente tenemos con la violencia criminal, como para seguir fomentando las agresiones entre ciudadanos por el solo hecho de discrepar.
Para todos los que impulsamos la paridad y defendemos los derechos de las mujeres, es crucial que este sea un gobierno con perspectiva de género. Eso es lo mínimo que esperamos de la primera presidenta.
El solo hecho de que una mujer esté en el más alto cargo gubernamental es muy relevante, en un país donde la violencia de género se expresa de maneras tan terribles como el feminicidio. Para las nuevas generaciones, no será extraño ver a una mujer al mando de lo que sea. Sin embargo, el tipo de liderazgo que ejerza sentará un precedente muy importante. Si no es ella quien realmente toma las decisiones, el daño al movimiento feminista será inmenso. Tiene que ser jefa con todo y de todos. Eso esperamos de la futura presidenta.