Urge una nueva perspectiva con relación a las drogas, su consumo, su distribución y su ilegalidad. Discrepo con muchos de los planteamientos del presidente colombiano Gustavo Petro, pero coincido con su visión sobre la guerra contra las drogas: es una estrategia fallida. Cada vez mueren más personas tanto por consumirla como por traficarla.
Este fin de semana se llevó a cabo en Cali la Conferencia Latinoamericana sobre Drogas y Perspectivas Futuras, el objetivo era trazar algunas líneas para una futura gran cumbre global de jefes de Estado en la que se presentarán nuevas propuestas para tratar de solucionar este reto tan complejo.
Los mandatarios de Colombia y México coincidieron en la necesidad de abordar el problema del narcotráfico desde una óptica de salud. Hablaron de construir una nueva política que se enfoque en prevenir las adicciones y sanar el tejido social. Hablaron de apoyar el desarrollo de los más marginados para eliminar las causas de la violencia.
Se incluyó una perspectiva pocas veces mencionada en las reuniones internacionales sobre drogas: el valor tradicional de algunas plantas. Y es que desde la visión punitiva, se comete el error de dar el mismo trato a todas las sustancias, incluso a aquellas utilizadas ancestralmente por los pueblos indígenas con un sentido ritual o de sanación.
Petro apuesta por un esquema más abierto y se dice dispuesto a conversar con todos, incluso con las bandas de narcotraficantes. Sin embargo, eso iría en contra de la postura estadounidense, de la cual también se habló en la Cumbre. “Hemos convenido una mirada distinta, una mirada de salud pública, una mirada de ver las causas, porque no puede ser que en Estados Unidos se estén muriendo 100 mil jóvenes entre 15 y 29 años por fentanilo. Y hay un problema social, ¿por qué ese nivel de consumo? Y no necesariamente nosotros somos los responsables de que se consuma así.”
La población estadounidense ha sido históricamente el principal mercado para las drogas. Mientras no se reduzca esa demanda, será muy difícil acabar con la oferta. Pero no solamente tendría que haber esfuerzos consistentes para reducir el consumo, tendría que haberlos también para combatir el lavado de dinero. La mayor parte de lo que genera este mercado ilegal se queda en la Unión Americana. De una u otra manera logra insertarse en su economía y se convierte en un estímulo más para que el tráfico siga existiendo.
De ningún lado de la frontera nos podemos permitir ingenuidades. Hay que reconocer que el narco se ha infiltrado en muchas actividades consideradas lícitas. Ha llegado incluso a la política. Es muy posible que los esfuerzos genuinos por reducir el consumo o por dar un trato diferenciado a los distintos tipos de drogas, se estén topando secretamente con grandes intereses económicos. Y ahí se confunden los que genuinamente buscan soluciones, con los que simulan implementarlas. Mientras tanto, los muertos por sobredosis o por balazos entre bandas rivales se cuentan por miles.