Mientras en buena parte del mundo se le ve como el autócrata que ha terminado con décadas de paz en Europa, en Rusia lo presentan como el salvador que finalmente ha actuado para rescatar a las víctimas que sobreviven en el este de lo que todavía hoy se llama Ucrania.

Poco después de que Vladimir Putin reconociera la independencia de las regiones separatistas ucranianas, empezaron a aumentar los halagos a su persona en los medios estatales rusos. Esos halagos continuaron cuando ordenó invadir Kiev y seguir avanzando militarmente por todo el territorio. En Rusia no se habla de una invasión, si no de una operación militar de rescate. Lo que se plantea en Moscú es que occidente ha presionado a Ucrania y la ha llevado a actuar en contra de las regiones separatistas.

En esta versión oficial, la única que puede difundirse en Rusia, Vladimir Putin no es el agresor que mantiene al mundo en vilo con la amenaza nuclear en puerta, es el héroe que envía fuerzas de paz para proteger a las víctimas.

No todos se creen esas versiones, pero aquellos que buscan abrirse paso para conocer la verdad y difundirla sufren las consecuencias. Cualquier expresión disidente es inmediatamente sofocada. A quien se manifiesta en las calles a favor de la paz y en contra de la invasión a Ucrania lo arrestan; a los periodistas que firman desplegados que reprueban lo que está ocurriendo les bloquean el acceso a sus fuentes. No hay espacio para la crítica y los opositores están exiliados, muertos o encarcelados.

Si bien se ha acentuado conforme escala la violencia, el control de la prensa no es algo nuevo en esa región del planeta. Y es que debilitar a los medios de comunicación y desacreditar a los periodistas es lo primero que busca un autócrata. La libertad de expresión es parte de la democracia que tanto estorba a quien pretende gobernar sin contrapesos.

Ganar la batalla en la opinión pública le permite poner a pelear a quienes tienen más afinidades que diferencias, que tienen ancestros tanto rusos como ucranianos, que hasta hace unos días eran profesores o médicos y hoy son soldados improvisados.

Es el sinsentido de sobrevivir a una pandemia para morir en una guerra. La propaganda pone en marcha absurdos así de dolorosos.

@PaolaRojas