Conforme pasan los días vamos dimensionando el nivel de devastación que generó el huracán Otis en Acapulco. Algunos servicios empiezan a restablecerse, ya hay comunicación entre familiares, avanzan las labores de limpieza y la ayuda fluye desde distintos lugares del país. Las gasolineras ya brindan servicio aun cuando les robaron todo el combustible, mientras la Comisión Federal de Electricidad trabaja incansablemente para restablecer el suministro de energía.
Pero la desolación parece no tener fin. Y es que hora tras hora aumenta la crisis sanitaria, se hace más urgente la atención de los enfermos y crece la necesidad de desinfectar los diferentes espacios en los que se acumularon escombros de todo tipo.
La semana pasada se anunciaron varias medidas para apoyar a Guerrero en su recuperación. Contemplan un adelanto de los apoyos de programas federales, la incorporación de 10 mil personas a Jóvenes Construyendo el Futuro para que hagan las labores de limpieza y reconstrucción, la condonación en el pago de impuestos y de electricidad, y el otorgamiento de recursos y enseres para las familias damnificadas.
En cuanto a los hoteles, restaurantes y otros negocios, Nacional Financiera entregará créditos sin intereses para las Pymes y la Secretaría de Hacienda apoyará a quienes soliciten créditos en el sector privado.
Estas medidas muy probablemente no serán suficientes para garantizar la recuperación de las empresas. El presidente de la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, Héctor Tejada Shaar, pidió al gobierno federal que se destinen fondos para poder cubrir los salarios de los trabajadores mientras los negocios se ponen de pie.
Hay que ver a los empresarios como los principales empleadores en la región. No se trata de un puñado de privilegiados; en su mayoría son micro y pequeños comerciantes que con muchas dificultades sacaban adelante sus emprendimientos y que no van a poder levantarse con los apoyos anunciados hasta ahora.
Entre los retos que les toca enfrentar está la inseguridad. Las autoridades locales brillan por su ausencia y eso convierte a Acapulco en tierra de nadie. Siguen las extorsiones por parte de los criminales, y si no hay con qué pagar, toca vivir entre escombros y amenazas. Moverse por la ciudad implica correr muchos riesgos, sobre todo durante la noche.
El gobierno federal anunció que establecerá un cuartel de la Guardia Nacional en cada colonia de más de mil viviendas. Habrá que ver si con ello se logra atender a fondo el problema de la inseguridad, o si la presencia de las fuerzas federales se traduce solamente en patrullajes que no cambian la dolorosa realidad de quienes viven temerosos por el crimen.
Hay visionarios que quieren apostarle a Acapulco y que consideran esta coyuntura como una oportunidad para devolverle su esplendor de otros tiempos y convertirlo en un destino con atractivo global. Acapulco necesita más que nunca de inversión, pero para que el dinero llegue se requieren garantías. Sin seguridad pública y estado de derecho no va a llegar el capital necesario para la recuperación. Ojalá que el renovado Acapulco logre liberarse del asedio de los delincuentes.