Sigue la dolorosa resaca luego del enfrentamiento entre fuerzas federales y criminales en Culiacán. El operativo fallido en el que se detuvo y luego liberó a Ovidio Guzmán ha llegado a los medios de comunicación del mundo entero. El reconocimiento por parte del gabinete de seguridad de que se trató de acciones precipitadas y mal planeadas aún estremece. Es un recordatorio de lo vulnerables que estamos ante un enemigo que no está dispuesto a detenerse ante nada. El pánico de quienes vivieron ese horror en Culiacán se contagia. Conectarse con ese miedo es natural en un país en el que todos, de una u otra manera, hemos sido víctimas de la delincuencia.
La crueldad del crimen tuvo espacio libre para expresarse, ante la improvisación y hasta ingenuidad de quienes tendrían que enfrentarlos. El resultado es una población llena de temor. Esto está siendo aprovechado hasta por delincuentes menores para amenazar y extorsionar con toda impunidad. Monetizan el miedo.
Lo ocurrido en la colonia Siglo 21 de Culiacán es especialmente doloroso. Fue hasta ahí a donde llegaron los narcos para amedrentar directamente a las familias de los integrantes del ejército. Recorrer hoy ese complejo habitacional militar es desolador. Muchos se fueron huyendo del horror.
El Secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, reconoció también que se desestimó el poder de convocatoria del grupo del hijo del Chapo. En esa misma conferencia de prensa, el Secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, dijo que la paz no se conseguirá a costa de convertir a México en un cementerio. Aseguró que “no hay falta del Estado ni ausencia del gobierno federal en esta decisión.” Agregó que no buscan enlutar hogares, sino resarcir el desgarrado tejido social. “No vamos a regresar al tiempo de las masacres generalizadas.” El problema es que las masacres no han dejado de ocurrir. Solamente la semana pasada, que paradójicamente empezó con un informe sobre los avances en seguridad, hubo tres. Además de Culiacán, están Aguililla en Michoacán y Tepochica en Guerrero.
Al día siguiente de lo ocurrido en Sinaloa, el presidente habló de sus adversarios. No se refería a quienes generaron la violencia, sino a la prensa que se atreve a cuestionar a su gobierno.
El combate a la inseguridad es un reto enorme. No dimensionarlo es ceder terreno a los delincuentes. Polarizar a la sociedad también acaba por fortalecerlos. Ojalá los esfuerzos no se concentraran en atacar a la prensa, a los empresarios y a las organizaciones de la sociedad civil. Ojalá se entendiera que los verdaderos enemigos son los criminales. Ellos sí que son nuestros adversarios.