El mundo está nuevamente en alerta por el surgimiento en Sudáfrica de una variante más de Covid llamada ómicron. El viernes pasado se afectaron los precios del petróleo y los mercados bursátiles tuvieron caídas importantes por el temor a un nuevo freno a la economía global. La Bolsa Mexicana de Valores bajó 2.24 por ciento y las acciones de aerolíneas como Aeroméxico y Volaris tuvieron pérdidas.
Preocupan el número de mutaciones, su capacidad de propagación y la posibilidad de que evada los anticuerpos de la vacunación. Los expertos creen que podrían pasar varias semanas antes de que logren definir el tipo de enfermedad causada por esta nueva variante y su peligrosidad. Por lo pronto, la Organización Mundial de la Salud la clasificó como “preocupante”.
Ómicron ya generó la reactivación de restricciones para viajeros. Estados Unidos, Canadá, Brasil, Japón y Gran Bretaña prohibieron los vuelos provenientes de Sudáfrica. La Unión Europea suspendió los vuelos a siete naciones del sur africano y los residentes europeos que provengan de esos países tendrán que presentar una prueba negativa de Covid y además someterse a cuarentena. Israel de plano cerró sus fronteras a todos los extranjeros. Se espera que las medidas se vuelvan aún más estrictas conforme surja información en torno a la gravedad de esta nueva variante.
En México la Secretaría de Salud no anunció ninguna medida concreta. Se limitó a decir que está “actualizando sus protocolos de vigilancia”. Nuevamente han planteado que las decisiones se tomarán basadas en la evidencia científica disponible. El problema es que esa evidencia surge a partir de los contagios y las muertes de seres humanos. ¿De verdad hay que esperar a ver cuánta gente se enferma para empezar a prevenir? Pues sí, ese ha sido el método de Hugo López-Gatell y lo mantiene a pesar de los letales resultados. Ya por lo pronto salió a decir que “no se ha demostrado que sea más virulenta ni que evada la respuesta inmune inducida por las vacunas”. El problema es que tampoco se ha demostrado lo contrario. Es exactamente el mismo discurso que usó con respecto a la utilización del cubrebocas. Aseguró durante meses que no existía evidencia científica que demostrara su utilidad y llegamos casi un año tarde a la aplicación de esa medida.
Mientras en el mundo se imponen frenos a los viajeros, a México pueden ingresar todos sin presentar una prueba negativa de Covid o un comprobante de vacunación. De hecho, el mismo subsecretario reiteró aquello de que “las restricciones de viajes o cierres de fronteras son medidas poco útiles.” Es inevitable plantearse por qué las aplican en tantos países si son tan poco útiles. Cuesta creer que la Secretaría de Salud, que no ha podido ni contar a la totalidad de los muertos en México por Covid, tenga mejor información que los encargados de manejar la pandemia en otras latitudes. En esas manos estamos, las de la negligencia y la irresponsabilidad.