La violencia del mundo digital no siempre se queda ahí. Hay ocasiones en que salta al mundo real con consecuencias fatales. Es difícil saber cuántos de los casos de acoso en redes terminan en suicidio. El fenómeno es reciente y hay por ello poca literatura especializada al respecto. Por fortuna, la talentosa Ana María Olabuenaga ha dedicado parte de su labor en los años recientes a estudiar el tema.

En su libro Linchamientos digitales (Planeta, 2019) presenta casos emblemáticos que ayudan mucho a entender cómo se alimenta la violencia digital. Retoma el de Tiziana Cantone, la mujer italiana que se suicidó tras la publicación de videos íntimos en los que quedó expuesta y ultrajada. De México, analiza los hechos que rodearon a Nicolás Alvarado, quien sin ser siquiera usuario de redes sociales fue linchado y debió separarse de su cargo como director de TV UNAM al emitir una opinión en medios acerca de un ícono popular como Juan Gabriel. Retoma también el desenlace en torno a Armando Vega Gil, exintegrante de “Botellita de Jerez”, quien se colgó de un árbol luego de haber sido denunciado por el supuesto acoso a una menor de edad años atrás.

Estos casos alcanzaron gran notoriedad por tratarse de personajes públicos, pero nadie está exento de ser alcanzado por la hostilidad virtual. La privacidad parece haber quedado anulada. La intimidad podría correr el mismo riesgo. Comienza a ser habitual entre los jóvenes el intercambio de imágenes tan personales que vulneran su salud emocional. Hay un esfuerzo permanente por regular lo que se difunde en internet, pero la red es enorme, veloz y cambiante. La legislación suele ir varios pasos atrás. Los delincuentes digitales tienen todas las de ganar. Olabuenaga es categórica cuando señala en su libro que “el mundo virtual no tiene reglas, pero tiene consecuencias”.

HUERFANITO

El enojo se acumula en buena parte del planeta. En América Latina, en particular, en las semanas recientes se han extendido las protestas y enfrentamientos. Las redes sociales han sido centrales para convocar a miles. Sin embargo, es importante tomar en cuenta que a la red entra de forma anónima quien sea. Detrás de algunas de las cuentas que impulsan movimientos a favor o en contra de gobiernos y fuerzas políticas, no siempre se encuentran ciudadanos genuinamente indignados. Hay intereses diversos aprovechando el anonimato del mundo virtual para obtener beneficios en el real. Desenmascararlos es muy complicado. Solo queda la reflexión cuidadosa de quienes se debaten entre acudir o no a los diferentes llamados a la protesta.

@PaolaRojas

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