Volvió a ocurrir. La titular de la Conade, Ana Guevara, habló nuevamente en términos desafortunados sobre las integrantes del equipo de natación artística. Aun cuando sus dichos le han traído críticas y la opinión pública ha respaldado a las medallistas, la semana pasada insistió: “No me arrepiento. Yo no las mandé a vender.”
La polémica generada a partir de que se hizo público que tuvieron que vender trajes de baño para conseguir los recursos necesarios para acudir a las competencias, ha sido alimentada por las declaraciones de la propia Ana Guevara. Y es que aunque trata de ser conciliadora para explicar que el problema no se originó en la Conade, algo pasa cada vez que está ante los micrófonos. Siempre termina por agregar alguna frase que la hace parecer agresiva y poco empática.
Esto que empezó con aquello de “por mí que vendan calzones”, sigue escalando. Cuando los reporteros la cuestionaron al respecto, su respuesta sólo la llevó a un peor lugar: “Vamos a entrar en un tema de definiciones. Y yo te preguntaría: ¿cómo le llamas a un traje de baño? ¿Calzón de baño o traje de baño? Es lo mismo. Si tienen conflicto con los calzones, pues que se los quiten. Pero yo no las mandé a vender calzones. Ellas se pusieron a vender calzones. Ese es el detalle, pero si tienen conflicto con la ropa interior, pues que los puritanos dejen de ponérselos, pero no es mi tema el que ellas hayan decidido tomar esa vía.”
Algo así no se escucha bien en voz de ningún funcionario, pero en una persona que representa lo que ella para el deporte nacional es aún más lamentable.
No es la primera vez que se confronta verbalmente con deportistas. En junio de 2019, a algunos atletas les redujeron o cancelaron las becas del Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento. Bastaba explicar que no cumplían con los parámetros necesarios. Sin embargo, eligió decir que no podían dar becas “por berrinche”.
Otro episodio penoso fue aquel de los Juegos Olímpicos de Tokio. En la ceremonia de abanderamiento de los atletas mexicanos, la titular de la Conade pronosticó que ganarían diez medallas. La realidad fue que obtuvieron cuatro; todas de bronce. Le bastó decir “no competí yo. No puedo garantizar metales dentro del escenario deportivo” para justificar el resultado tan lejano a lo que había prometido.
Ana Guevara logró como atleta lo que nadie nunca había alcanzado en este país. Se convirtió con ello en un símbolo para el deporte y para las mujeres. En ese México misógino en el que las carreritas entre niños se motivaban con el grito de “último vieja”, ella llegó para callar bocas y dar a todos una lección. Se convirtió en ídolo, en inspiración y en ejemplo de lo que sí es posible. Ese es un prestigio que amerita ser cuidado. Ojalá esa grandeza que mostró en la pista, sepa trasladarla a su nueva encomienda. Muchos queremos recordarla siempre como toda una campeona.