Esta semana se celebraría en Israel el tercer aniversario de la firma de los Acuerdos de Abraham, los cuales permitieron establecer relaciones diplomáticas entre ese país y los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Marruecos. Periodistas de todo el mundo estábamos convocados en Tel Aviv para entrevistar a los involucrados en el esfuerzo para la construcción de la paz entre judíos y árabes. El nuevo paso implicaba acercar an Arabia Saudita a este grupo de países dispuestos a tender puentes firmes sin mirar la religión como un impedimento para el diálogo.

El ataque que desató la guerra borró de la agenda este encuentro. Lamentablemente borró también los avances que con mucho esfuerzo venían construyendo en los años recientes los pacifistas , esos que por encima de intereses políticos y económicos tienen como prioridad la erradicación de la violencia buscando siempre el diálogo que logre conciliar y respetar más allá del credo y las costumbres que los separan.

La ofensiva terrorista truncó también una festividad importante para los judíos: Simjat Torá, una fiesta que paradójicamente celebra la libertad y la felicidad. Son 24 horas en las que no se trabaja para fomentar la unión familiar. Las personas asisten a los servicios religiosos y luego comparten con los seres más queridos las cenas y almuerzos festivos. Esta vez los abrazos con alegría por la fiesta se convirtieron en lágrimas y angustia para despedir a los esposos y a los hijos, que fueron llamados a luchar en una guerra dolorosa para todos, independientemente del idioma en el que recen.

Los servicios de inteligencia israelíes, reconocidos por su gran capacidad táctica, no fueron suficientes. La población que empezaba a creer que era posible vivir con tranquilidad cerca del histórico adversario, hoy descubre sorprendida su vulnerabilidad. Y es que ni los drones, ni los satélites, ni ninguna tecnología es suficiente para combatir el odio, ese que ahora se alimenta de más dolor y más muertes. El daño, las pérdidas y el sufrimiento se expandirán por generaciones.

Ya lo dijo desde hace décadas Golda Meir: la paz llegará cuando sea mayor el amor por los hijos que el odio por el enemigo. Lamentablemente el pronóstico de muchos es que este no será un enfrentamiento breve. Las reacciones de los países vecinos podrían llevar a una escalada grave de la violencia. Ya desde ayer se reportaba que oficiales de seguridad iraníes ayudaron al grupo terrorista Hamas en la planeación del ataque. Con Irán dentro, el conflicto alcanza otra dimensión.