En el 2018 captó la atención al convertirse en mamá mientras estaba en el cargo como Primera Ministra de Nueva Zelanda. Su maternidad se comentó en todo el planeta cuando llevó a su bebé en brazos a la Asamblea General de la ONU. El que amamantara a su hija en esas reuniones de Naciones Unidas la convirtieron en la cara de las millones de madres trabajadoras que tenemos que hacer compatible el mundo laboral con la crianza de los hijos.

Su estilo de gobernar empático, incluyente y sensible la convirtieron en un icono feminista. Y es que Jacinda nunca adoptó actitudes tradicionalmente utilizadas como mecanismo de poder para demostrar su capacidad de lograr consensos y su eficiencia para gobernar. Con una gran humanidad y sin disfrazarse de hombre, enfrentó algunas de las crisis más retadoras para su país.

Luego del ataque terrorista en una mezquita de Christchurch, acudió a abrazar a los afectados y tuvo para ellos palabras muy amorosas. Pero no se limitó a consolar a los dolidos. A partir de ese episodio tan devastador, logró modificar la política de la venta de armas para evitar que se dieran ataques similares en el futuro.

Durante la pandemia por Covid 19, logró que su país tuviera la menor letalidad del mundo. Cerró fronteras, ordenó confinamientos estrictos e hizo que la vacunación fuera obligatoria. Salvó con ello muchas vidas, pero causó también muchas molestias. Hubo protestas por lo que muchos consideraron un atropello de las libertades individuales y por las afectaciones económicas que generó el cierre tan drástico.

Esas críticas subieron de tono y en la polarizante hostilidad de las redes sociales se convirtieron en mensajes de odio y hasta de amenazas. Mucho de lo que le escribían tenía una profunda carga misógina. De hecho, las expresiones más violentas en su contra tenían que ver con su género y no con sus acciones como gobernante.

Helen Clark, quien fue primera ministra en Nueva Zelanda desde 1999 hasta 2008, reconoció este brutal reto que tuvo que enfrentar Jacinda. Dijo que las presiones para una mandataria son siempre grandes, pero en esta era de las redes sociales hay que enfrentar un nivel de odio sin precedente. Agregó que participar en política es cada vez menos atractivo por el aumento de las agresiones en el mundo digital.

Al anunciar que dejaría el cargo, Jacinda Ardern dijo que esperaba dejar a los neozelandeses con la convicción de que “se puede ser amable y fuerte, empático y decidido; que puedes ejercer tu propio tipo de liderazgo, ese que sabe cuando es tiempo de irse.”

Una mujer que pudo gobernar, pudo transformar a su país, pudo parir mientras lo hacía, pudo proteger a sus ciudadanos del Covid; pudo también parar, reconocer su agotamiento y renunciar. Su ejemplo es inspiración más allá de Nueva Zelanda. Sin embargo, para quienes viven en otras latitudes y con otras realidades, seguir sus pasos no es algo viable. La enorme mayoría de las mujeres que trabajan fuera de casa no pueden optar por dedicarse de tiempo completo a la vida familiar porque sus salarios son indispensables para cubrir las necesidades de esos hijos a los que cuidan y crían como pueden.

Declararse agotadas y parar no es una opción. Se requiere de políticas públicas y de leyes laborales más flexibles que permitan sortear mejor esa extenuante cotidianeidad. En México lamentablemente hemos avanzado muy poco en ese sentido. De hecho, hemos tenido retrocesos como la desaparición de las estancias infantiles. Las madres trabajadoras no han sido una prioridad. El bienestar y la seguridad de sus hijos tampoco.


@PaolaRojas

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