La pandemia generada por el Covid-19 sigue generando retos. Además de las dificultades sanitarias, se acumulan también las económicas. Para México el panorama es especialmente complejo. De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), hay un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de personas que no pueden cubrir los gastos básicos de alimentación. Este organismo explica que ha habido un retroceso en el desarrollo social de millones de familias a pesar de los apoyos otorgados por el gobierno.
La pobreza afecta hoy al 50.6 por ciento de la población mexicana. Esto representa un aumento de nueve puntos porcentuales en apenas dos años. La pobreza extrema, que es aún más demoledora, creció ocho puntos porcentuales. Llegó al 18.3 por ciento de la población.
Es importante destacar que estos niveles están, según la Comisión Económica para America Latina y el Caribe (Cepal), por encima del promedio de la región. Así que, si bien el freno a la economía puede explicarse por la pandemia, las afectaciones son acá mayores porque no se han tomado las decisiones correctas para mitigar el impacto en el bolsillo de las familias.
Hay industrias que han empezado a recuperarse y se han generado con ello algunos empleos, pero las cifras publicadas recientemente por el Inegi dejan ver que la pobreza laboral creció. El porcentaje de la población con un ingreso menor al valor de la canasta alimentaria aumentó de 35.6% a 39.4% entre el primer trimestre de 2020 y el primer trimestre 2021. Estados turísticos como Quintana Roo y Baja California Sur, además de la Ciudad de México, están entre las entidades más afectadas.
Detrás de la frialdad de las cifras lo que hay son personas subalimentadas, niños que no alcanzarán un adecuado desarrollo físico e intelectual porque no comen lo suficiente y que tendrán una salud vulnerable. Sacar a tantas personas como sea posible de una realidad económica tan adversa debiera estar en el centro de cada decisión. Sin embargo, desde el gobierno se eligen medidas que ahuyentan la inversión y nos alejan de esa meta. Tener como prioridad el combate la pobreza no puede seguir estando solo en el discurso. Sea por falta de capacidad o por falta de voluntad, el costo de las malas decisiones ha sido muy alto. Es ya urgente corregir el rumbo y dar como país los pasos correctos.