La semana pasada el gobierno anunció que publicaría un decreto para eliminar las operaciones de carga en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y con ello disminuir la saturación que lo afecta desde hace años.
Casi inmediatamente vinieron las reacciones de quienes conocen los detalles logísticos de este sector. De entrada, señalaron que un cambio así no puede hacerse de la noche a la mañana debido a que requiere de planeación y de toda una transformación.
La Cámara Nacional de Aerotransportes (Canaero) estimó que llevar las operaciones de carga a otra terminal aérea tardaría aproximadamente un año debido a que la logística de la industria es compleja y está muy centrada en la Ciudad de México.
Si parte de lo que motiva esta decisión es impulsar las operaciones del nuevo aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA), es importante decir que este no cuenta todavía con la conectividad necesaria para cumplir con el objetivo de enlazar a todo el país.
Actualmente las unidades de carga aterrizan en el AICM y su contenido se distribuye entre los aviones que salen hacia las distintas ciudades. Si esas aeronaves fueran obligadas a aterrizar en el AIFA, su contenido tendría que trasladarse por tierra hasta un aeropuerto con la conectividad necesaria. Esa opción, además de cara y lenta, es en muchos casos imposible porque hay carga que no puede abandonar el recinto fiscal en el que aterriza. Por otro lado, hace falta infraestructura. Hay paquetes que requieren de refrigeración, cuidados especiales, o simplemente espacios de almacenamiento que hoy no existen en el Aeropuerto Felipe Ángeles.
Una decisión así llevaría a las aerolíneas que distribuyen paquetes con origen y destino internacionales a descartar a México como escala. Esa derrama económica terminaría por beneficiar a otros países de la región. Quitarle las ganancias por estas operaciones al AICM implicaría además aumentarle la presión financiera cuando lo que necesita es un alivio. Hay que recordar que con sus ingresos se está cubriendo parte de la deuda que generó la cancelación de lo que sería el Aeropuerto de Texcoco. Para poder pagar los bonos a quienes habían invertido en esa obra, el aeropuerto capitalino tuvo recientemente que aumentar su TUA (tarifa de uso de aeropuerto). Otro aumento impactaría aún más a los usuarios y lo haría todavía menos competitivo.
El argumento central detrás de la decisión de cancelar las operaciones de carga es la seguridad. La autoridad ha dicho que busca evitar accidentes y para ello es necesario disminuir la saturación actual. Sin embargo, ese objetivo no se alcanzaría debido a que estas rutas representan apenas poco mas del tres por ciento de los vuelos. Por eso quienes tienen en sus manos la titánica tarea de lograr que el emproblemado AICM funcione todos los días, ven a esta medida como un problema y no como una solución.
Afortunadamente, el presidente ya dijo que no actuará de manera autoritaria, que buscará llegar a acuerdos y que les dará tiempo a los involucrados para que hagan los ajustes necesarios. Sin embargo, llama la atención que en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes no hayan hecho el análisis y las consultas necesarias antes de anunciar una medida que básicamente no es viable. Errores así exponen al gobierno y asustan a la inversión. Eso es lo último que necesitamos.