Este 2022 cierra con una buena noticia. Entre los urgentes esfuerzos para frenar el calentamiento del planeta, en Montreal se alcanzó un acuerdo crucial para proteger los océanos y los territorios más vulnerables. Las naciones que acudieron a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad COP15, este diciembre, firmaron compromisos que representan una esperanza para salvaguardar a la tierra. Es muy importante porque la desaparición de los bosques y la erosión del suelo han trastornado el ciclo del agua. Las lluvias han cobrado por ello una intensidad sin precedente. Las inundaciones son cada vez más letales. En contraste, las sequías son más amplias y devastadoras.
Basta hacer un poco de memoria para constatar los efectos del aumento de las temperaturas. El año empezó con nevadas en Pakistán y lluvias letales en Ecuador, Colombia y Brasil. En el verano la ola de calor provocó más de 20 mil muertes en Francia, Alemania, España y Gran Bretaña con temperaturas que alcanzaron los cuarenta grados centígrados. Eso mismo propició que hubiera terribles incendios forestales en parte de Europa y en los Estados Unidos.
Cerramos 2022 con una tormenta invernal que se extiende desde Canadá hasta la frontera con México. Hay miles de familias que tuvieron que cancelar sus planes navideños; cientos de vuelos cancelados o pospuestos que se suman al descontrol propiciado por el clima extremo. Lo más dramático son las decenas de muertes de personas que quedaron atrapadas en sus casas o coches, sin energía eléctrica y con los sistemas de emergencia colapsados.
La frecuencia, intensidad y letalidad de desastres naturales como nevadas, inundaciones, sequías, incendios y huracanes están aumentando. Los registros muestran que hace apenas cincuenta años ocurrían en promedio menos de 20 eventos de este tipo por año. Ya en este milenio esa cifra aumentó a 50 desastres anuales. Según la Organización Meteorológica Mundial, solo las catástrofes provocadas por lluvias torrenciales han crecido más de 130 por ciento.
Se estima que más de dos mil millones de personas han sido afectadas por estos fenómenos. Los más desfavorecidos no logran recuperarse de esos golpes de la naturaleza. Lo que ha sido arrasado, no alcanza a ser reconstruido. La pobreza se vuelve entonces más extrema y la población orillada a migrar aumenta todos los días.
Por eso son tan importantes los acuerdos alcanzados en Montreal. Los gobiernos se comprometieron a proteger, de aquí al 2030, una tercera parte de las tierras y aguas consideradas cruciales para la biodiversidad. Es un buen avance si tomamos en cuenta que actualmente sólo el 10 por ciento de los océanos y el 17 por ciento de las zonas terrestres cuentan con esa protección. Blindar a los manglares, arrecifes de coral, pastos marinos y humedales hará menos vulnerables a las costas y al planeta en general.
Sin embargo, los esfuerzos gubernamentales no serán suficientes si no se cuenta con la colaboración del resto de los sectores. Las diferentes industrias y la sociedad en su conjunto tienen que sumarse a los compromisos para realmente acercarnos a un buen resultado. Ese fue uno de los mensajes que se difundieron con más énfasis en la mencionada COP 15. Lo que cada uno consumimos y la manera en que vivimos tiene efectos en ese balance del que depende salud del planeta. Ojalá que entre los propósitos para este 2023 esté la firme decisión de cambiar de hábitos para así revertir el enorme daño que hemos hecho a la tierra.