Si el planeta se sigue calentando, no vamos a sobrevivir muchos años más en él. Lo que hasta hace poco era la visión catastrófica de unos cuantos, se ha convertido en el diagnóstico de los científicos que estudian el cambio climático. Ya hoy vemos muchos de sus devastadores efectos: sequías más extremas, incendios que se multiplican, lluvias torrenciales e inundaciones severas que afectan incluso a los lugares con mejor infraestructura del mundo.
El encuentro de mandatarios en Glasgow, Escocia, durante la Conferencia Climática de las Naciones Unidas arrojó algunos compromisos. Sin embargo, esto no es suficiente para los jóvenes que han tomado en sus manos el movimiento. Argumentan que luego de 26 cumbres similares no ha habido cambios sustanciales. Se llega solamente a algunos acuerdos tibios, que además en muchos de los casos ni se cumplen. Por eso exigen justicia climática ahora. No están dispuestos a esperar. Y es que esperar implica que los efectos del calentamiento sean irreversibles; esperar es enfrentarse a que haya más devastación y más hambre; esperar significa ver cancelado su futuro.
La insatisfacción con los compromisos que se han anunciado durante la COP26 no es un berrinche de los jóvenes activistas. Su enojo se debe a que, aún sí se cumpliera lo acordado en Glasgow, las emisiones globales de bióxido de carbono crecerían un 13.7 por ciento para 2030 con respecto a 2010. La disminución tendría que ser de 45 por ciento para limitar el calentamiento a 1.5 grados a final de siglo, que es el límite de aumento de temperatura que el planeta puede resistir para seguir existiendo como hoy lo conocemos. La pandemia por Covid-19, que aún nos esforzamos por superar, sería una crisis minúscula en comparación con las brutales afectaciones que habrá para la humanidad si seguimos generando las mismas emisiones contaminantes.
Si trasladamos el foco de los esfuerzos globales a los esfuerzos nacionales, el panorama tampoco es nada bueno. Simplemente en el plan de negocios de Pemex para los próximos cinco años se contempla un aumento en las emisiones de 17 por ciento. Juega en contra de las metas mundiales para frenar la crisis climática la enorme cantidad de combustóleo que Petróleos Mexicanos genera como residuo de sus procesos de refinación. Y es que es tanto, que no hay ni dónde almacenarlo. La Comisión Federal de Electricidad lo utiliza para generar energía, pero no es una buena salida. Pocos métodos para obtener electricidad son tan contaminantes y nocivos como ese.
El problema es grave y requiere de atención urgente. Sin embargo, los tomadores de decisiones no han estado a la altura. Los intereses económicos y políticos siguen siendo la prioridad en las agendas de quienes, irresponsablemente están llevando al planeta a un punto del que no hay retorno. Seguir apostando a los combustibles fósiles es firmar la sentencia de muerte de millones de personas en las próximas décadas. No actuar hoy en consecuencia, es simplemente criminal.