A las mexicanas y mexicanos: El fentanilo es un opioide sintético mortal que ha dejado el rastro de su destrucción en tierras estadunidenses y mexicanas que crece día con día, debido a su exponencial consumo y oferta ilegal. Como han dado cuenta diversos medios de comunicación, son tantas las personas en Estados Unidos que han muerto recientemente tras consumir la droga que las autoridades aprobaron la venta sin receta médica de naloxona, un fármaco que revierte la sobredosis.

De ahí que, en el marco del programa del Entendimiento Bicentenario, el cual sustituyó a la denominada Iniciativa Mérida, los temas que abordarán los equipos de México y Washington en el encuentro sobre seguridad serán el tráfico de fentanilo de particular interés para Estados Unidos y el tráfico de armas prioritario para México, por lo que el objetivo será diseñar e instrumentar la segunda fase del programa.

Y es que habría que dejar en claro que a pesar de lo que argumenten las autoridades norteamericanas y las intentonas de culpar a México para sacar raja electoral, mayoritariamente el fentanilo se produce en territorio estadounidense o les llega de Asia y no de los cárteles mexicanos; sin embargo, en nuestro país el fentanilo y las armas sí provienen de Estados Unidos.

Ahora bien, más allá de que el problema sea importado, la realidad es que tenemos una tragedia común que se recrea en diferentes contextos y responde a causas diferentes, por lo que habría que atacarlas, asumiendo el problema como un asunto de salud pública y multifactorial, y no solamente con un enfoque punitivo exclusivo de seguridad.

A raíz de la pandemia y durante el confinamiento aumentaron dramáticamente las muertes por sobredosis en el país vecino del norte, rebasando anualmente las 100 mil, 64% ocasionadas por opioides sintéticos, principalmente fentanilo. En México, el aumento también ha sido significativo, no obstante, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, señaló en su informe mundial sobre las drogas 2022, que la vertiginosa expansión de los mercados de la metanfetamina se puede observar, por ejemplo, en nuestro país, donde el número de tratamientos iniciados a causa de esa droga ha superado a los del alcohol y donde el número de personas que se sometieron a tratamiento por trastornos por consumo de metanfetamina se incrementó 218% entre 2013 y 2020.

Y es que el uso de metanfetaminas ha sido inducido entre los jornaleros y migrantes para incrementar su energía y rendir más en las extenuantes y abusivas faenas laborales, encerrándolos en un callejón sin salida en el que trabajan a destajo más de 12 o 14 horas diarias para obtener más dinero, pero éste termina en manos de los narcomenudistas y no en sus hogares.

Es de señalar que, de acuerdo con la Secretaría de la Defensa Nacional, del 1 de diciembre de 2018 al 7 de marzo de 2023, se aseguraron 6 toneladas y 661 kilos de fentanilo (cada kilo equivale a un millón de dosis), lo cual representa un incremento de 1,152%, comparado con lo decomisado durante el sexenio anterior, lo que demuestra que durante la presente administración se han hecho esfuerzos importantísimos para combatir el narcotráfico. Además de que se ha instrumentado una política integral para erradicar las cusas estructurales de violencia e inhibir las adicciones.

El hecho es que el fentanilo está en las calles de ambos países y cada vez en mayor cantidad, está al alcance de la niñez, de los jóvenes, de las mujeres y de los adultos mayores que han encontrado en esta droga similar a la morfina, pero entre 50 y 150 veces más potente, un refugio a sus angustiosas realidades. Una droga sintética y mortal en la que 9 de cada 10 pacientes que se someten a tratamiento para dejar de consumirla generalmente tienen recaídas.

Por lo que, si la tragedia que aqueja a nuestros pueblos es común, las acciones tendrían también que ser comunes, solidarias y humanas. En nuestros días, el tráfico de drogas y de armas, junto con el delito de trata de personas, son los ilícitos que más ganancias reportan a las organizaciones delictivas, cuyos alcances rebasan las fronteras, fracturan el tejido social y causan un inconmensurable daño a las sociedades, lo cual requiere un entendimiento profundo de lo que sucede para focalizar los esfuerzos en combatir estos tres delitos que se recrean y fortalecen, debido a la dispersión de las acciones internacionales.

Activista Social

@larapaola1

Google News

TEMAS RELACIONADOS