A las mexicanas y mexicanos:

La escasez de agua es un problema mundial en que el cambio climático y el calentamiento global son elementos causales que no podemos pasar por alto; no obstante, la inadecuada gestión de los recursos hídricos, así como su privatización y acaparamiento dan cuenta clara de la corrupción que existe en torno al líquido vital.

La crisis del agua avanza a la par que la del neoliberalismo . De ahí que, con acierto, a raíz del grave problema que se vive en diversas entidades del país, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) hizo un llamado a todos los niveles de gobierno para trabajar de forma coordinada con el objetivo de eliminar la corrupción en el otorgamiento de concesiones a empresas y personas privadas.

Y es que no podemos negar que la explotación y contaminación de los recursos hídricos tienen como fin primigenio la obtención de beneficios económicos, por lo que es urgente que el Estado ponga un alto al mercantilismo con que se ha tratado al agua, poniéndola a disposición de los grandes capitales, porque ello impide su correcta distribución de forma equitativa y suficiente.

La soberanía hídrica no es menos importante que la energética, incluso es condición fundamental para lograr la alimentaria, así como para impulsar el desarrollo de las familias más vulnerables.

La legislación ha favorecido la privatización , las sobreconcesiones a mineras , inmobiliarias, la captura de servicios por el crimen organizado, el auge de embotelladoras y cerveceras, “todo esto puede ser caracterizado como un genocidio”.

Esto advierte Raúl García Barrios, especialista del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al agregar que la separación de la política y la economía planteada por el mandatario no se ha logrado en el agua.

Es urgente expedir una Nueva Ley de Aguas Nacionales (LAN), no sólo porque así lo ordena la Constitución y lo ha ratificado el Poder Judicial, sino para evitar un desastre irreparable, derivado de las miles de concesiones no reguladas e irregulares que fueron entregadas a las industrias, como mineras, cerveceras, refresqueras, embotelladoras, etcétera.

Actualmente existen más de 150 acuíferos sobrexplotados , de ahí que la crisis hídrica está presente en casi todo el país, aunque en este momento es en el norte, precisamente donde está asentada la industria y agroindustria, que concentran el agua, debido a las grandes concesiones que les permiten sobreexplotarla.

En suma, el problema es de disponibilidad, de escasez y de calidad del agua; sin embargo, subyace otro que es estructural debido a que el agua en los gobiernos neoliberales ha sido concebida como un producto y no como un derecho. En este sentido, no es extraño que los conflictos por el agua resulten en desplazamientos y despojos, donde las personas más pobres son las que terminan perdiendo, en detrimento de sus derechos asociados, como los ambientales, a la salud, a la educación o a una vivienda digna.

En el caso de las ciudades, los desarrollos inmobiliarios y la escasez de agua están íntimamente vinculados al igual que en el campo en donde los grandes grupos privados de poder económico se despachan con la cuchara grande. El crecimiento económico de muchas industrias es directamente proporcional al empobrecimiento de la población en diversas regiones de México.

No podemos pretender tapar el sol con un dedo, si para algunos el agua es fuente de riqueza su escasez para otros es fuente de pobreza. Por eso es que la soberanía hídrica nacional se erige como uno de los grandes retos para el Estado y la sociedad.

Parafraseando a Bauman me queda claro que en una sociedad líquida el derecho al agua es también un derecho líquido, en tanto incierto, inestable y cambiante, enmarcado por una crisis de precarización en donde se privilegia el mantenimiento del estatus quo por sobre los derechos y libertades fundamentales.

La imagen de una persona fitness o vestida elegantemente que posee una salud envidiable, gracias a que tiene una botella de agua de marca en la mano, es el símbolo de esa sociedad líquida que se resiste a ser precarizada y oprimida, sin darse cuenta de que esa es ya su realidad.

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activista social
@larapaola1

 

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