A las mexicanas y mexicanos: Más allá de los símbolos, del lenguaje y los rituales que han acompañado a la política en cada territorio y momento histórico, es importante no perder de vista los aspectos fundamentales que caracterizan a los regímenes y a los líderes que los encabezan. Y es que, si aceptamos la máxima aristotélica de que el ser humano es un animal político por naturaleza, entonces, habremos de asumir que también es un animal simbólico, de usos y costumbres que conforman una determinada cultura.
Tenemos que aceptar que la cuarta transformación liderada por el presidente de la República, ha modificado dichos simbolismos y usanzas para dar paso a nuevas formas de entender y hacer política, por eso es que la sucesión es novedosa e igualmente transformadora.
Ahora nadie espera un destape, no hay dados cargados y tampoco dedazo; no esperamos ver salir el humo blanco porque será el pueblo a través de una encuesta nacional quien elegirá a la persona que será candidata por Morena a la Presidencia de la República, y dado el contexto electoral, a quien ocupará la silla presidencial.
Será la ciudadanía quien decida, aunque algunos se resistan a entenderlo, debido a que la manera en que conciben la acción política y leen a los personajes políticos nada tiene que ver con la realidad que hoy vivimos. No han podido acomodar en sus análisis a la 4T y la posibilidad real de que una mujer sea la titular del Ejecutivo Federal aún los tiene atónitos, ya que este escenario implica la adopción de paradigmas y códigos nuevos.
Los Pinos como residencia familiar, el avión presidencial, las filas de camionetas blindadas, los bunkers, las negociaciones oscuras, las traiciones, las pasarelas, los besamanos, la corrupción, el autoritarismo y la metaconstitucionalidad que caracterizaba al Ejecutivo son cosa del pasado. Andrés Manuel ha actuado con absoluta transparencia y sin dobles discursos, su visión en torno a la sucesión la ha hecho pública sin cortapisas, orillando a que hagan lo propio quienes aspiran a sucederlo.
De cara al proceso electoral del año próximo hay que decir que el presidente se ha caracterizado por su liderazgo tanto dentro del movimiento como entre la sociedad, de ahí sus altos niveles de aceptación ciudadana. Él, pudiendo hacerlo, no impuso a un candidato o candidata, prefirió el camino democrático y que fuera el mandato de la mayoría quien decidiera; no organizó un contubernio para allanarle el camino a nadie, simplemente marcó el rumbo a sabiendas de que es un verdadero jefe político. Él confía en lo que ha construido, por eso le apuesta a la unidad y no a la operación cicatriz que mata lento a las instituciones políticas hasta convertirlas en despojos.
La transformación de forma y fondo demostró ya sus mejores resultados en materia social, política y económica. Una cultura que con hechos sustituyó la narrativa construida desde el poder político androcéntrico, para dar paso a un Gabinete y un Congreso paritarios y a 10 mujeres gobernantes elegidas por el pueblo en las entidades federativas.
La lección es clara, los seres humanos somos animales políticos por naturaleza y en ésta se anida el sentido de comunidad, así como el atributo de diferenciar el bien del mal y lo justo de lo injusto. Andrés Manuel apeló a su naturaleza y a la de las mayorías para consolidar un liderazgo gestado desde abajo, por lo que en 2024 lo sucederá quien haya sabido entender la naturaleza del pueblo mexicano.