“No saber lo que ha sucedido
antes de nosotros es como ser
incesantemente niños”
—Marco Tulio Cicerón.

La historia es cruel con sus enseñanzas, pero sabia con el paso del tiempo.
La 4T, el cambio de régimen que propone y emprende Andrés Manuel López Obrador, resiente embates, naturales en su mayoría, esperados algunos de ellos, dinámica natural de los tiempos políticos, pero inútiles si no se aprende del pasado, que registra cruentos enfrentamientos, entre derechas e izquierdas, que destruyeron naciones florecientes.

Hoy, como en el pasado, en una retórica que aparentemente cautiva por su tono demócrata, se esconde el anhelo por el poder y el control de decisiones para beneficios de grupo, sin mirar al ser humano, heredero de abuso y tiranía.

Proyectos confrontados, derecha e izquierda; liberales o conservadores, como los Girondinos y Jacobinos de la vieja Francia. En aquel tiempo, como ahora, en nuestro caso, se enfrenta la responsabilidad máxima de reencausar al país por un camino de justicia. La democracia es justicia.

Cuando el presidente López Obrador se refiere, en sus diversas alocuciones, a su determinación de poner freno al conservadurismo, a la derecha, no se trata de un recurso político con fines mediáticos, sino que sintetiza diversos episodios de la historia, que domina, en donde los grupos conservadores no sólo se oponen al cambio, sino que esconden sus reales intenciones, enmarcadas en dos grandes rubros: poder y privilegios.

Como sucedió en Francia, en 1792, con la integración de la Convención Nacional, una asamblea constituyente que concentró los Poderes Ejecutivo y Legislativo, que tenía como encomienda principal crear una nueva Constitución que sustituyera la de 1791. Aunque esa nueva Constitución no entró en vigor, fue considerada como una de las más avanzadas de su tiempo, porque ya incluía el sufragio universal, el derecho a la educación, al trabajo y la protección social de los humildes con recursos públicos, entre otras propuestas consideradas de avanzada.

Fue un movimiento, una causa, anhelada por todos, pero distorsionada a final de cuentas, como secuencia del encono a muerte entre el grupo de diputados identificado como “Los Girondinos”, provenientes en su mayoría de la región de Girona y representantes de los intereses de la burguesía provincial, y “Los Jacobinos” o Montañeses, contrarios a la monarquía y defensores de una democracia centralizada con más libertad y derechos para los ciudadanos.

Los enfrentamientos que se sucedieron entre dos grupos de diputados constituyentes, Girondinos vs. Jacobinos, identificaron para la historia la geografía política entre derecha e izquierda, ya que cada grupo, en ese orden, ocupaban asientos en cada extremo de la asamblea, pero con el paso del tiempo lograron esquematizar claramente posiciones conservadoras o liberales.

El discurso de López Obrador, visto por sus críticos, como superficial y repetitivo, trata de establecer, en el fondo, la diferencia que se vive en México, entre el proyecto que prevaleció por décadas, de un gobierno que otorgó todo para unos pocos, una visión conservadora, y el de la 4T, de beneficios sociales, libertad, justicia y democracia para la mayoría.

La descalificación a ultranza de parte de los conservadores al proyecto del gobierno en turno, reclamos de los que subyace un tufo discriminatorio y hasta clasista, se encuadra en la retórica política clásica; sin embargo, en los tiempos actuales estos episodios llaman a ejercitar la memoria histórica para que de la diatriba política-ideológica no nazca una ruptura irreparable de la nación.

Francia vivió la época del terror, las diferencias ideológicas cobraban vidas: Jean Paul Marat, el jacobino, fue asesinado por una mujer Girondina, Charlotte Curday, en 1793, apenas nueve meses después de ocurrida la masacre de septiembre, que en esa nación costara la vida de más de 1,500 prisioneros políticos a quienes se les quitó la vida de forma atroz.

La época del absolutismo, injusticias, desigualdades y privilegios para ciertos sectores de la sociedad acabó en Francia con un elevado costo: la fragmentación de la unidad de un país que, fracturado, políticamente dividido, facilitó el paso a las fisuras históricas de la República. Mucho tiempo les llevó restañar las heridas provocadas por la lucha del poder.

La búsqueda de acuerdos en lo fundamental es la forma en que se puede reescribir la historia.

Aquí, en nuestro país, la lucha política que se vive en el Congreso de la Unión y los ataques, directos e indirectos, al Gobierno de la 4T, no deben ser el caldo de cultivo de una fractura mayor, sino, muy por el contrario, episodios de los que se pueda aprender que la nación y su futuro no se construyen con privilegios, sino con justicia.

La historia, nos recuerda Cicerón, es la maestra de la vida.

Activista social y titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX. @LaraPaola

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