A las mexicanas y mexicanos: Un siglo de opresión y tres décadas de un porfiriato autoritario fueron la antesala de la tercera transformación, una gesta armada, libertaria y reivindicadora, emprendida por las personas más humildes y las mentes más lúcidas que con un profundo espíritu democrático y republicano, pusieron en blanco y negro, los valores, principios y anhelos de un pueblo.

Francisco I. Madero, mediante el Plan de San Luis, convocó a tomar las armas, argumentando con razón que “…La tiranía que oprime a México no tiene por base el derecho, sino la fuerza, no tiene por objeto el engrandecimiento y prosperidad de la Patria, sino enriquecer a un pequeño grupo” y que “tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo, la división de Poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los Ayuntamientos, y los derechos del ciudadano solo existen escritos en la Carta Magna”.

Bajo el principio de “Sufragio Efectivo. No Reelección” y el compromiso de restituir sus tierras a los pueblos originarios, dio inicio la Revolución Mexicana, cuya génesis resumió el caudillo del sur en “tierra y libertad”.

Con el paso de los años, la ambición por el poder público, el enriquecimiento a costa de los recursos de la nación, la discriminación y la opresión nuevamente se fueron instaurando, hasta sustituir el nacionalismo y los más altos ideales revolucionarios por un régimen corrupto, mercantilista y ajeno a los intereses del pueblo, dejando en el olvido el Estado de bienestar.

Tres décadas de neoliberalismo que replicaron el saqueo, el abuso y la represión del porfiriato, nuevamente llevaron a ese México profundo a rebelarse en contra del régimen imperante, el cual como otrora, estaba inmerso en fraudes electorales, traiciones, mentiras e intereses mezquinos que mantenían a la mayoría en la pobreza haciendo cada vez más onda y más ancha la brecha de la desigualdad.

Surgió desde abajo igual que hace 111 años, una transformación profunda que sustituyó la fuerza de las armas por la del voto popular: la cuarta transformación, en donde nuevamente el pueblo es el protagonista de una etapa que ha dado vida a un proyecto nacional en el que no caben los privilegios ni los excesos.

Las y los mexicanos junto a Andrés Manuel López Obrador, se han dado a la tarea de reconstruir al país y regenerar la vida pública para que el progreso entre por la puerta de cada hogar y la justicia social sea una realidad.

El sufragio efectivo sigue siendo el principio fundamental, aparejado ahora al de revocación de mandato. Ambos dan cuenta del camino que ha recorrido la democracia mexicana para hacer convivir a las formas representativa y directa.

Si hace más de un siglo la exigencia fue que los gobernantes no permanecieran en el poder más allá de un periodo, hoy es que no lo terminen si el pueblo les ha perdido la confianza y decide revocarlos. Porque al conquistar nuestras libertades, recuperamos el poder de decisión.

Estamos en un momento histórico, a medio camino de la consolidación de la Cuarta Transformación en donde el pueblo manda y decide el rumbo del país. A medio camino de terminar la edificación de un nuevo régimen político, económico y social en donde los olvidados hoy están visibles, son sujetos de derecho y se encuentran en el centro del interés y de la agenda pública.

Vale decir que la historia nacional no podría ser entendida sin las acciones del “pueblo uniformado”, sin la obra de las mujeres y hombres del Ejército Mexicano que han participado con valor y entrega en la consecución y defensa de la soberanía nacional, en la construcción y defensa de las instituciones, así como en la custodia de los derechos fundamentales.

A unos cuantos meses de refrendar el liderazgo del presidente de la República y las convicciones de un pueblo que no se ha cansado de exigir justicia, la tercera y cuarta transformaciones dejan en claro que en México el neoliberalismo está herido de muerte.

Activista social y exdiputada federal.
@larapaola1

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