Hoy el mundo atraviesa por una emergencia sanitaria, económica y humanitaria. La pandemia causada por el COVID-19 hizo evidente lo que muchos se negaban a mirar: los capitales, la ciencia y el vertiginoso avance tecnológico no han sido suficiente para frenar la ola de contagios, muertes y desigualdad por las que atraviesan millones de seres humanos.

Tenemos mucho que aprender de esta contingencia y mucho por reflexionar desde el confinamiento de nuestros hogares. Estamos ante la gran oportunidad de repensar nuestro presente y futuro tanto en lo individual como en lo colectivo. Es claro que necesitamos los unos de los otros, y que, en este momento, la prioridad es la existencia humana: preservar la salud, el bienestar y la vida debe ser el centro de nuestro interés personal y social.

El confinamiento en casa debe unirnos aún más a nuestros entornos inmediatos, como la familia y los amigos, así como al resto de la sociedad y a cada uno de sus sectores para lograr construir un gran pacto de unidad nacional que nos permita afrontar juntos los grandes retos que tenemos ante nosotros.

Nadie quiere perder y todos pretendemos salir bien librados de esta etapa, sin embargo, por doloroso que sea, es imposible, porque la situación es completamente diferente a la de hace unos meses, e incluso al de hace unos días, y aunque resulte un golpe al narcisismo de los seres humanos, lamentablemente no está en nuestras manos cambiar la realidad, pero lo que sí podemos hacer es afrontarla desde nuevos paradigmas y con una actitud más humana para evitar una catástrofe.

Lo que ocurre a cada una de las naciones demuestra que no existe la fórmula perfecta ni una vía única e idónea para atender la emergencia, no es un asunto de ideologías, de filias y fobias, sino de valores, de elegir y decidir qué es lo verdaderamente importante y valioso para cada uno de nosotros, para la sociedad y para el gobierno, en otras palabras, cuál es valor por el que debe optar el Estado mexicano es su acepción más amplia, la cual nos involucra a todas y a todos.

Desde esta perspectiva ética, es evidente que la confrontación, el oportunismo y el individualismo no deben tener cabida en este momento, en donde lo más importante deben ser las personas y su bienestar, y, por ende, es hacia donde irrenunciablemente debemos encaminar los mayores esfuerzos, comenzando por las más vulnerables y desprotegidas para garantizarles, al menos, la satisfacción de sus necesidades básicas, al igual que servicios de salud sin distingo alguno a cada mexicana y mexicano en caso de contagio.

De una u otra manera, todas las personas dejaremos de obtener o percibir algo. Desde hace 25 días estamos haciendo o dejando de hacer actividades para ajustarse a este nuevo contexto del que todos somos parte, porque no podemos olvidar que, como escribió José Ortega y Gasset, "Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo".

Es preciso comprender que el enemigo no es el “otro”, no es el adversario político, no es la autoridad y no es el vecino, el único enemigo es el COVID-19, al cual podemos vencer si nos encerramos en casa para abrirnos a un nuevo entendimiento de esta circunstancia, que está presente y que debe ser superada, lo cual requiere flexibilizar nuestros constructos ideológicos y reestructurar los recursos psicológicos para enfrentar la adversidad con objetividad, tenacidad, creatividad y unidad.

Con gran sabiduría, Edgar Morin, a sus casi 99 años y después de haber habitado el mundo durante prácticamente un siglo, en el cual vivió un sinfín de sucesos, incluida una guerra, usa Skype para darnos un poco de luz e invitarnos a “redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que, desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar”. Ojalá la pandemia y el confinamiento nos dejen ver con nitidez el significado de tener escuelas vacías y hospitales llenos, que las acciones más útiles no son las que producen ganancias, sino las que salvan vidas, y como reflexiona Morin, podamos comprender “los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder”.

Si logramos este entendimiento, lo interiorizamos y convertimos en aprendizaje, nos habremos transformado en una sociedad unida y resiliente.

Paola Félix Díaz
Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX; activista social y exdiputada federal.

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