A las mexicanas y mexicanos: El sistema electoral es de fundamental importancia para el desarrollo de México, no es casualidad el espacio que ocupa en la agenda pública, ya que lo que está en juego es el poder público y las motivaciones para acceder a este. Los grandes problemas nacionales como la inseguridad, la corrupción, la distribución del ingreso, la pobreza, entre otros, pasan necesariamente por el entramado electoral, en tanto que es también el paso obligado para los gobernantes y representantes populares, el cual preludia la forma en que se tomarán las decisiones una vez que se ocupe el cargo, es decir, al margen del pueblo o junto él.

Y es claro que para acceder al poder en el actual escenario la alianza hegemónica conformada por el PRI, PAN y PRD pretende mantener como rehenes a las instituciones electorales, porque es la manera conocida para desalentar el poder que la ciudadanía asumió con sus decisiones en 2018.

Es verdad que Andrés Manuel López Obrador y Morena ganaron ampliamente la contienda con estas instituciones electorales, pero no gracias a ellas, y precisamente ahí radica la diferencia. Porque la motivación para acceder al poder público fue emprender la cuarta transformación y consolidar un nuevo régimen en beneficio de las y los mexicanos, lo que conlleva a impulsar también un nuevo sistema electoral que responda a las demandas ciudadanas.

Para lograrlo es necesario que dicho sistema sea congruente con las circunstancias de la población, así como con los valores y principios del Estado. Lo que implica asumir que la autonomía constitucional del Instituto y de los Tribunales Electorales como la del resto de los organismos que gozan de ese estatus no implica que estén separados del Estado, al contrario, su independencia de los tres Poderes refrenda que son parte de éste.

Es falso el autoritarismo presidencial, si fuera así el Plan A sería norma vigente, las instituciones electorales estarían en manos elegidas unilateralmente y la Suprema Corte no hubiera admitido ni resuelto controversias como lo ha hecho.

En los sexenios anteriores los amigos personales, socios y familiares del grupo en el poder ocupaban todos los espacios electorales y judiciales, así realizaron de 1977 a 2014 ocho grandes reformas, ninguna de estas fue para respetar las decisiones del pueblo, sino para minimizarlo.

Ahora se empeñan en defender lo indefendible, a pesar de que quedó de sobra demostrado que la democracia eficiente no tiene por qué ser cara, y mucho menos dirigida por una élite que actúa conforme a sus propios intereses.

Elegir a los consejeros del INE a través del voto popular les pareció tan mala idea como el proceso que se llevará a cabo en unas horas en la Cámara de Diputados para sustituir a Córdova Vianello, porque el objetivo transformador es ponerle punto final a la burocracia dorada, corrupción, impunidad y complicidades que tanto dañaron al país; en tanto que los sobrevivientes del viejo régimen intentan colocarle un punto y seguido a la ruta electoral que trazaron o al menos dejarla en puntos suspensivos para intentar arrebatarle al pueblo lo que con legitimidad y por derecho propio les quitó.

Como nunca antes los signos de puntuación son importantes porque lo que está en juego es el rumbo de nuestra Nación y el futuro de las nuevas generaciones. La justicia social y la electoral son una misma, lo que cambia es el contexto, pero no el objetivo.

Ustedes, ¿qué tipo de puntuación usarían?

Activista Social

@larapaola1

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