A las mexicanas y mexicanos: A raíz de que el presidente de la República anunció durante su conferencia matutina del pasado 8 de agosto, que emitirá un acuerdo presidencial para que la Guardia Nacional (GN) pase “completa” a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y ya no a la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), diversas voces se manifestaron a favor y en contra de que las fuerzas armadas asumieran por completo funciones de seguridad pública, así como de los mecanismos anunciados por el Ejecutivo. En este debate social que tuvo lugar tanto en las charlas cotidianas como en las mesas de especialistas, se esgrimieron diversos argumentos, muchos de corte académico que consideran los más modernos estándares dictados por las organizaciones internacionales, los cuales desde esa misma y única visión varios resultan inobjetables.
Lo deseable es que el Ejército no intervenga en asuntos civiles como es la prevención y persecución del delito, que cada vez haya menos policías y las cárceles estén vacías; lo deseable es que no haya pobreza, ni desigualdad y la corrupción sea solo una historia lejana; lo deseable es que todas las mujeres estén seguras en sus casas y en las calles, que no haya tráfico de drogas, de armas ni de personas y que no existan las fronteras porque todas las personas somos iguales. No obstante, la realidad de nuestro país, de casi toda América Latina y el Caribe y de una buena parte del mundo, es muy diferente.
Lo anterior significa que lo deseable por hoy no es posible, en consecuencia, a partir de la realidad es necesario analizar cuáles son las posibilidades que tenemos para solucionar la problemática existente. Es evidente que atravesamos por una gravísima crisis de inseguridad y violencia desde hace al menos 3 décadas y que tuvo sus orígenes en el asesinato del cardenal Posadas en1993 en el aeropuerto de Guadalajara, hecho al que le sucedieron otros igualmente extremos y reprochables, tanto por los personajes involucrados en calidad de víctimas como por sus homicidas y presuntos homicidas.
La historia de México desde hace 30 años está teñida de sangre y desbordada de impunidad. Desde las muertas de Juárez en 1991, pasando por la masacre de Aguas Blancas en 1995, el asesinato de candidatos presidenciales y a gubernaturas, las fugas de narcotraficantes, la muerte de la niña Paulette, la masacre de San Fernando, los miles de muertos en la fallida guerra contra el narcotráfico, los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, así como las múltiples y más variadas violencias que hemos vivido ya sea en carne propia o como testigos, nos indican con precisión el México que tenemos, debido a la negligencia, complicidades y corrupción de los gobernantes y las autoridades.
Para nadie es un secreto que las instituciones policiales han sido de las más desacreditas y con más bajos niveles de confianza ciudadana, como tampoco lo es su precaria capacitación, bajo desempeño y malas prácticas. Por eso es que la Guardia Nacional fue tan bien recibida por la mayoría de la sociedad, pues no podemos pasar por alto que son el Ejército y la Marina, las cuales son las Instituciones mejor calificadas y las que gozan de la mayor confianza ciudadana. Sus resultados, han sido expuestos de manera franca y de cara a la Nación, “desde que comenzó su operación se han reducido considerablemente delitos como el secuestro, 81%, feminicidio, 51%, robo de vehículo, 43.1%, homicidio, 12.8%”, por lo que no está demás aclarar que 80% de sus elementos son militares.
Sabemos que la estrategia de seguridad no es sacar al Ejército a las calles, sino combatir la desigualdad y sus consecuencias, así como contar con cuerpos de seguridad confiables, honestos, capacitados y con capacidad táctica de hacerle frente a la delincuencia organizada. Además, tenemos claro que el Ejército Mexicano y la Marina no son fuerzas bélicas como en otros países que están en guerra permanentemente, ya sea atacando o defendiendo territorios; nuestros militares son ese pueblo uniformado, valiente y que siempre ha estado junto a la población civil en los temblores, en los desastres naturales, en las campañas de vacunación y cuidando las calles. Lo he dicho muchas veces no se militariza la seguridad, sino que se ciudadaniza a la milicia.
Pensemos, justo en la propuesta contraria a la del presidente en donde los militares vuelven a los cuárteles, ¿de dónde sacamos 50 mil, 70 mil o 100 mil efectivos capacitados, confiables y honestos? ¿con qué recursos les pagamos sueldos, prestaciones, uniformes y los dotamos de armamento? Me parece que, en la respuesta a estas interrogantes, podemos encontrar con claridad la diferencia entre lo posible y lo deseable.
No tengo la menor duda en que lo deseable es que la oposición y los detractores de Andrés Manuel aprobaran su propuesta y reformaran cuanto antes la Constitución; sin embargo, sabemos bien cuál es la realidad, por lo que el presidente sólo puede hacer lo posible.
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@larapaola1