A las mexicanas y mexicanos: Gracias a la campaña lanzada en 16 países por Humane Society International hace unos días, el Congreso de la Unión aprobó reformas a las leyes General de Salud y Federal de Sanidad Animal para prohibir la fabricación, importación y comercialización de productos cosméticos cuando en su formulación o en la de alguno de sus ingredientes se hayan realizado pruebas con animales, así como para establecer una pena de dos a siete años de prisión y, una multa que va de doscientas, a dos mil veces el valor de la Unidad de Medida y Actualización, a quien contrate, autorice, conduzca, participe o desarrolle dichas pruebas, con lo que México se suma a la lista de 40 países que cuentan con legislación para combatir y erradicar estas prácticas.
Dichas reformas revisten singular importancia en el campo de la bioética; es decir, en el conjunto de valores, principios y reglas morales que regulan las relaciones y el comportamiento del ser humano con los animales, ya que nos conducen a un nuevo discernimiento de la eticidad sobre la vida humana y no humana, particularmente, si partimos del reconocimiento explícito de que los animales en tanto seres vivos y sintientes, tienen derechos, lo que nos exige imponer límites claros a la investigación científica, particularmente a la que está al servicio de los mercados que producen artículos suntuarios y banales como el de la industria cosmética.
Para ponerlo en perspectiva, a pesar de que existen otras alternativas para llevar a cabo estas pruebas, de acuerdo a Humane Society International, más de medio millón de animales a escala mundial sufren cada año debido a las pruebas que ciertos laboratorios realizan en ellos para la fabricación de cosméticos. Por su parte, según Ethics Forge alrededor de 1 millón de animales, principalmente gatos, perros y primates, son utilizados anualmente en Estados Unidos para fines comerciales. Finalmente, acorde a información proporcionada por Cruelty Free International, más de 192 millones de animales son utilizados cada año para distintos experimentos alrededor del mundo.
Muchos labiales, shampoos, maquillajes y bloqueadores son testeados en animales antes de salir al mercado, sometiéndolos a estudios repetidos de alimentación forzada para análisis toxicológicos y pruebas de dosis letales, ocasionándoles ceguera, inflamaciones, irritaciones, dolor, convulsiones e incluso la muerte.
Es preciso entender que los seres humanos no somos la medida de todas las cosas y tampoco somos dueños de todo lo que hay sobre la faz de la tierra. Ningún maquillaje vale la vida y el sufrimiento de un animal; tenemos que poner fin a ese proceso deshumanizador en donde todo se cosifica por dinero o placer.
Es mucho lo que nos queda por hacer en el campo científico para cumplir con una de las normatividades internacionales más sensatas, sensibles, y éticas: la Proclamación de la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, aprobada por la ONU y UNESCO, que en su artículo tercero, establece que “ningún animal será sometido a malos tratos ni a actos crueles y en caso de ser necesaria la muerte de un animal, ésta debe ser instantánea, indolora y no generadora de angustia”.
La complacencia e indiferencia ante el sufrimiento de otras especies, es un reflejo claro de lo que somos ahora mismo y un presagio de lo que podemos llegar a ser si no tomamos medidas urgentes y definitivas. Es momento de repensar nuestros valores, porque en éstos no sólo va la vida de los animales sino la de nosotros mismos.
Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX;
activista social y exdiputada federal.
@LaraPaola1