A las y los mexicanos:

La ciencia es nuestra mejor aliada en estos momentos, coincido con la ONU, tener un tratamiento eficaz y una vacuna rescatarían al mundo del miedo a contagiarse, morir o perder a un ser querido, reduciría la incertidumbre durante el confinamiento y, posibilitaría la reactivación de las actividades productivas con mayor certeza en el contexto de la nueva normalidad, lo cual sería una excelente noticia para la economía mundial y nacional; sin embargo, el problema sanitario no estaría completamente resuelto -como nunca lo ha estado-, por lo que solamente se estaría resolviendo el futuro inmediato en lo que respecta al Covid-19, dejando al azar la posibilidad de enfrentarnos a otro nuevo virus que nos coloque en una situación similar o peor a la vivimos.

Antes de la humanidad y de forma paralela a esta, han evolucionado otros reinos y especies (animales, insectos, plantas, hongos, bacterias, virus, etc.), manteniendo una interrelación y coexistencia innegables. Al igual que sus antecesoras, la pandemia actual ha causado graves estragos en todo el mundo, en distintos niveles y ámbitos, desnudando a su paso realidades crueles que se erigen frente a nosotros y las cuales debemos asumir desde los ámbitos social, gubernamental, político, científico, jurídico, económico, cultural, etc.

El nuevo coronavirus SARS-CoV-2 vino a exhibir qué tan honda y ancha es la brecha de la desigualdad en todo el orbe, poniendo en relieve las desventajas entre quienes viven en la extrema pobreza y en la extrema riqueza, entre quienes habitan de un lado del mundo o del otro, entre los hombres y las mujeres y, en general, entre los seres humanos. Estos contrastes extremos, provocan reacciones igualmente extremas que polarizan a la comunidad internacional y a las sociedades nacionales.

Claro que es urgente y prioritario tener una vacuna contra el coronavirus y ser conscientes de que esta por sí misma no resolverá los problemas que existen de fondo: la injusticia social, la intolerancia, el racismo, la discriminación y la violencia como resultado de un sistema económico mundial fallido que echó raíces profundas a nivel global, regional, nacional y local, el cual se resiste a ser desterrado, no obstante sus evidentes síntomas de agotamiento y el manifiesto daño causado a la humanidad.

Más allá del estrés acumulado y de la incertidumbre sobre el futuro como detonantes de las protestas sociales, como común denominador está la injusticia social manifiesta en sus múltiples expresiones: sistemas de salud débiles y alto gasto de bolsillo para las personas, hábitos de consumo e ingesta de alimento que escapan a toda lógica sanitaria y nutricional, explotación laboral, persistente violación a los derechos fundamentales, deterioro de los ecosistemas, contaminación, impunidad, corrupción y, supremacía de unas personas sobre otras por razones de género, raza, idioma, apariencia física, capacidades, creencias, preferencias, etc.

Los de abajo en el sistema piramidal, los olvidados por ese sistema, los despojados y desposeídos han tomado las calles y las redes sociales para revelarse, defenderse y oponerse a la cadena de vejaciones, abusos, discriminaciones y exclusiones de las que han sido víctimas; han salido a manifestarse quienes se niegan a formar parte de las estadísticas, dejando en claro que no permitirán una nueva normalidad construida en las anormalidades de otrora. El rechazo es a permanecer como hasta ahora, es contra el statu quo de un modelo económico donde las personas son vistas como consumidores, mercancías o votantes.

Unos reclaman comida y techo, otros exigen conservar lo que han logrado con mucho esfuerzo, mientras algunos no quieren perder su riqueza o desean incrementarla aprovechando el Covid-19 y sus consecuencias. En los extremos de las necesidades y de las prioridades, los discursos de odio impulsados por algunos grupos de poder económico y político acompañan el confinamiento para provocar polarización social y dar paso a la ingobernabilidad.

En consecuencia, la campaña de descrédito y sin tregua hacia al gobierno federal, se empeña en exhibir como debilidades y deficiencias todo aquello que se aleja de un marco de referencia obsoleto, apelando a circunstancias, formas, símbolos y acciones que ya no son vigentes y, a través de las cuales, pretenden poner en el centro de la opinión pública únicamente lo que interesa a pequeñas élites y no a la mayoría.

No es casual el auge de las noticias falsas que presentan verdades a medias o mentiras completas, viralizadas gracias a las nuevas tecnologías con la finalidad de tomar por asalto el liderazgo en los debates públicos, a través de la construcción de realidades inexistentes. La noticia falsa (fake new) se caracteriza por tener un objetivo persuasivo y concreto, ya sea económico, político o ideológico, cuyo propósito es influir en el pensamiento colectivo para generar inconformidad y rechazo hacia algo o hacia alguien.

El respeto a las diferencias, a las libertades y a los derechos, así como la tolerancia por encima de la fuerza represiva, las palabras ciertas, la unidad nacional y la solidaridad social, son valores que se expresan con hechos y no con narrativas concebidas por el marketing.

En este escenario necesitamos medicamentos efectivos para curar a quienes enferman de coronavirus y también para sanar las heridas perpetradas en el pasado a los más humildes y necesitados; es tan importante la vacuna del Covid-19 como aquellas que eviten la propagación del odio, la injusticia, la insensibilidad y la ambición sin límites. Requerimos una vacuna que proteja a la democracia de los agentes patógenos que no han dejado de acecharla y otra para que la nueva normalidad no se enferme de anormalidades.

Paola Félix Díaz
Titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX;
activista social y exdiputada federal.

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