La democracia es un sistema social de convivencia humana. Establece justicia, fraternidad e igualdad para todos, asentando las obligaciones y los derechos inherentes a ella.
El Estado, como entidad moral, política, económica y jurídica, implementa las leyes necesarias para la democracia. Ésta se sujeta a ellas, con un “contrato social”, que provee bienestar y progreso a la colectividad. Genera libertad individual condicionada, imprescindible y distintiva del régimen democrático, permitiendo a los integrantes su perfeccionamiento y elevación a categorías sociales superiores, según sus capacidades, para su supervivencia y seguridad personal.
Tomás Hobbes (1588-1679), en su obra Leviatán define el “contrato social” sin su calidad democrática y sometido al control soberano absoluto. La incomprensión de dicho contrato radicó en el egoísmo individual; instinto natural que también originó la formación de la sociedad, protegiendo al débil.
Los peligros que implicaban las libertades sin cortapisa permitieron crear un “pacto social”, garantía de sus derechos y obligaciones individuales, asumiendo que actuar contra ese pacto repercutía en su contra. ¿Se entiende en México esta verdad?, ¿las personas identificamos el bien de la sociedad en su conjunto y el bien del ciudadano, en lo particular? ¿Los mexicanos saben que la sociedad se ha formado para el bien individual y que para disfrutar de sus derechos hay que sacrificar algo en favor de los demás? ¡Cuánto falta para hacer patente este ideal democrático!
No puede desarrollarse una república federativa, si se desconocen sus ventajas y bondades.
Para los sociólogos y pensadores, defensores y exponentes del ideal democrático, no basta con cumplir las leyes. Hay que sentir y comprender ese bien libertario para servir a la sociedad.
Voltaire, Diderot, Montesquieu, Helvetius o sabios de la talla de Newton, Linneo, Lavoisier, y escritores como Rousseau y Beaumarchais, defendieron la libertad. En 1789 los enciclopedistas formaron una “conciencia nueva” y en Francia la Asamblea Nacional aprobaron la Declaración sobre los Derechos del Hombre, que señala:
Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común. La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión. El principio de toda Soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo ni ningún individuo pueden ejercer autoridad alguna que no emane expresamente de ella.
Las libertades sociales implican la igualdad de derechos y obligaciones de cada uno, en la vida colectiva. Sin esas, no existe libertad ni seguridad individual y confundir la libertad colectiva con la libertad individual, es un craso error.
No podemos hablar de igualdad democrática, de libertad y derecho, ni de cordiales relaciones internacionales, si algunos pueden escoger el camino de su prosperidad económica y otros no; si hay privilegiados y otros son perseguidos, si la desigualdad evidencia la falta de libertad. Es una falta grave engañar a los demás y es un crimen hacerlo con nosotros mismos.
En este siglo XXI, en la era de la 4T, la lucha por los ideales democráticos en México depende de los anhelos del pueblo, quien tiene derecho a gozar las ventajas de la revolución que hizo; a no ser un espectador pasivo que aplauda o critique los aciertos o errores de sus gobernantes. Debe luchar, dentro de la ley y el orden, para que el ideal democrático no se deforme.
La libertad democrática es un principio rector de la filosofía del presidente de la República. Su decir y hacer apunta a que el ideal democrático haga posible el progreso en un ambiente de verdadera libertad, igualdad y fraternidad.
El anhelo por el que trabaja Andrés Manuel López Obrador es hacer realidad el disfrute de un verdadero sistema democrático, a pesar de las naturales resistencias.
Activista social y titular del Fondo Mixto de Promoción Turística de la CDMX.
@LaraPaola1