A las mexicanas y mexicanos: El proceso electoral que se aproxima ha puesto de manifiesto la crisis de los partidos políticos en México. El nacimiento del Movimiento Regeneración Nacional se dio el 2 de octubre de 2011 como un movimiento político y social impulsado por Andrés Manuel López Obrador, como parte de su campaña presidencial para el proceso electoral de 2012; posteriormente el movimiento se constituyó como una asociación civil en ese mismo año y en agosto de 2014 se convirtió en partido político nacional de manera formal, social y de izquierda nacionalista.
Participó en las elecciones de 2015, obteniendo importantes triunfos, aunque no suficientes para convertirlo en una fuerza electoral sobresaliente; no obstante, el triunfo electoral de 2018 constituyó el principio del fin del partido hegemónico y sus aliados.
La mejor característica de Morena es que fue construido con la participación del pueblo y gracias a la cercanía de su líder con la gente. Lazo que se convirtió en un principio y una nueva manera de hacer política en la que se sustentan prácticamente todos los demás liderazgos del país, lo que se ha convertido en el mayor reto de los demás partidos. La ciudadanía sabe que los procesos electorales se ganan con votos y que éstos se obtienen gracias a la confianza por los compromisos cumplidos.
Por eso son los altos niveles de aceptación del presidente y la importancia de dar continuidad al movimiento transformador, el cual es joven y tiene una larga vida por delante, en tanto que los partidos del siglo pasado se encuentran en la recta final de su existencia, debido al rechazo ciudadano.
Los institutos políticos del viejo régimen, ni solos ni en coalición, serán capaces de renovar a sus cuadros y de rediseñar una propuesta confiable para la sociedad, por eso se agrupan en contra del nuevo régimen, lo que resulta muy poca cosa para una ciudadanía cada vez más informada, participativa y empoderada.
A la ciudadanía no le basta que un partido la aluda en su denominación, pues sabe que en el fondo solo son dos grupos de poder encabezados por un dirigente y un gobernador, cuyo único objetivo es ganar votos y territorios a costa de lo que sea.
La desbandada de las viejas militancias como resultado de los abusos y malas prácticas de las dirigencias han expuesto de cuerpo entero la crisis partidista y del sistema que algún día sostuvo a las élites hegemónicas que nada tenía que ver con el pueblo y con sus anhelos de desarrollo.
La historia individual y común que llevan a cuestas les quita toda legitimidad, pues nadie olvida la afrenta del 68, la devaluación del peso y su defensa de perro desdentado, el error de diciembre y la consecuente pérdida del patrimonio de millones de mexicanos, la muerte de Colosio, el Fobaproa, la guerra fallida contra el narcotráfico de la que hoy seguimos pagando las consecuencias, los exgobernadores preciosos, los fraudes electorales, la corrupción, la pobreza extrema y el saqueo.
Un niño indígena, las canciones pegajosas y los huipiles no son suficientes para estar en el ánimo colectivo. Tampoco basta denominarse de izquierda ni erigirse en defensores de una patria que ellos mismos lastimaron y siguen lastimando.
Nadie confiará en los despojos de un régimen lesivo y corrupto, por eso es que México requiere transformaciones de gran calado para renovar el andamiaje legal e institucional que dé paso a un Estado democrático y de derecho.
Hacer memoria permite no repetir los errores del pasado, pero, sobre todo, nos permite seguir haciendo historia.