A las mexicanas y mexicanos: El pasado lunes se inauguró la nueva terminal aérea internacional de México, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), que se encuentra ubicado al norte de Ciudad de México y el cual forma parte de las cuatro obras de infraestructura prioritarias del presidente Andrés Manuel Obrador.

En un tiempo récord el Ejecutivo Federal cumplió con su compromiso no sólo al inaugurar el aeropuerto sino también de hacerlo bajo los principios de austeridad republicana, eficiencia, eficacia y combate a la corrupción.

La Ciudad de México y el país en conjunto tienen un aeropuerto nuevo y también un símbolo que todos los días nos recordará que sí es posible transformar de raíz la cultura política, el régimen y la manera de utilizar los recursos públicos, para que nunca más aceptemos las malas prácticas del pasado.

Es verdad, la inauguración marca un cambio de época que abre la posibilidad a nuevos paradigmas, y que refrenda el compromiso irrevocable con el pueblo y con el desarrollo nacional, porque efectivamente esta nueva obra apuntalará importantes sectores de la economía como el turismo en sus diferentes modalidades y permitirá un mayor flujo de operaciones, personas y bienes. Fortalecerá el proyecto económico del presidente y permitirá colocarnos en las próximas dos décadas entre las economías más fuertes del mundo, tal y como se ha proyectado por diversos especialistas.

No podemos soslayar que el AIFA se construyó junto a la gente y de la mano del Ejército, lo que da cuenta precisa que el presidente no está solo, como no lo está el pueblo de a pie y el pueblo uniformado porque han sabido tejer una sólida relación que se vislumbra larga, duradera y exitosa, porque está basada en la confianza.

Hubo polémica porque, aunque son pocas las voces son muchos los oscuros intereses que se afectaron, no con la construcción del nuevo aeropuerto sino con la cancelación del proyecto del sexenio anterior. Imaginemos por un momento que el proyecto anterior siguiera en marcha y además el Felipe Ángeles se hubiera construido, ¿las críticas, denostaciones e infundios serían iguales?, por supuesto que no. No, porque los negocios corruptos hechos al amparo del poder político estarían intactos, no porque el símbolo de la honestidad y esperanza se hubiera difuminado y no porque las cosas seguirían igual.

Por eso las críticas se han centrado en banalidades, en pequeñeces que reflejan su profundo desprecio por lo nuestro, por el arte popular, por la gastronomía tradicional, por la mexicanidad que nos identifica y alienta. Les perturba rozarse con el pueblo, les molesta no tener cotos amurallados que les permita conservar su estatus dentro de una élite profundamente conservadora, neoliberal y corrupta.

A ellos no les importa la seguridad aeroportuaria ni el fortalecimiento del sector, les incomoda que no haya lujos, salas reservadas y una larga fila de aparadores con mercancía cara y de marca. Por eso el matiz de las críticas se centró en las tlayudas y no la importancia y ventajas de la nueva infraestructura.

La ligereza de sus críticas los dibuja de cuerpo entero, ante la falta de argumentos no pudieron más que salir con un tlayudazo y exhibirse tal y como son.

Activista Social

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