A pesar de todos los intentos para frenar la reconfiguración y limpieza del Poder Judicial, la reforma está firme. La discusión que se dio el pasado martes en el seno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es histórica en muchos sentidos, en primer lugar, por su resolución, la cual confirma la supremacía de la Carta Magna y del Poder Constituyente Permanente, quien ostenta el Poder Reformador de la Constitución.

En segundo lugar, porque pintó de cuerpo entero a sus integrantes, quienes en sus disertaciones jurídicas atentaron una y otra vez contra sí mismos, exponiendo argumentos contrarios a la tradición jurídica e incluso contradictorios a los que más de una vez esgrimieron en ese mismo Pleno, quedando expuestas las filias y fobias de quienes representan los intereses del viejo régimen neoliberal que hasta ayer se resistió a morir.

Y es que el Poder Judicial era el último reducto neoliberal que quedaba en el nuevo Régimen, de ahí que emprendió durante seis años una franca embestida en contra de los Poderes Ejecutivo y Legislativo y se empeñó en salvaguardar las reformas realizadas por el viejo régimen a pesar de que atentaban contra los intereses y recursos nacionales en detrimento de las y los mexicanos.

Quedó evidente que el problema no es la institución, sino quienes la integran y deciden asuntos fundamentales por encima de la Constitución y con sujeción a intereses particulares a la ideología que abrazan, dejando de lado la objetividad y autonomía a la que están obligados.

Declararon la guerra a los otros dos Poderes para continuar defendiendo los intereses de las transnacionales, sacrificando las empresas del Estado como PEMEX y CFE, para fallar a favor de las factureras y evasores fiscales, de los pederastas, de quienes saquearon los recursos nacionales y dañaron el medio ambiente. A favor de las muchas injusticias que lastiman a la sociedad.

El desaseo de la Corte llegó a límites tan extremos, que incluso los cuatro ministros y ministras que se oponían a la reforma constitucional pusieron en duda el número de votos requeridos, pretendiendo echar abajo la reforma con solo 6 votos, aludiendo el texto que desdeñaron y calificaron como inconstitucional.

Afortunadamente prevaleció la razón jurídica, la ética pública, la institucionalidad y el decoro del ministro Pérez Dayan, quien votó a la altura del cargo que ostenta y con la dignidad que el caso lo ameritaba. El ministro no es un traidor como lo califican ahora los conservadores, tampoco es un héroe, sino un jurista sensato, probo, profesional y responsable, que aun sin coincidir con la Cuarta Transformación emitió un voto consciente y apegado a derecho.

Las reformas realizadas a los artículos 105 y 107 constitucional y la resolución de la Corte solo confirman el mandato del artículo 135 que en el último lustro las y los ministros se empeñaron en violar, “La presente Constitución puede ser adicionada o reformada. Para que las adiciones o reformas lleguen a ser parte de la misma, se requiere que el Congreso de la Unión, por el voto de las dos terceras partes de los individuos presentes, acuerden las reformas o adiciones, y que éstas sean aprobadas por la mayoría de las legislaturas de los Estados y de la Ciudad de México”.

El texto constitucional no puede ser inconstitucional, quien sostenga lo contrario, como había venido sucediendo, es porque está abusando de las facultades que la propia Ley Fundamental le establece.

Ha quedado más claro que nunca, que una reforma constitucional refleja incuestionablemente la voluntad soberana del pueblo de México a través de la representación otorgada a las y los legisladores federales y locales, mediante el sufragio popular, de ahí que los Poderes Ejecutivo y Judicial no pueden invalidarla.

Las reformas publicadas en el Diario Oficial de la Federación y la Resolución de la Corte otorgan certeza a las y los mexicanos. La justicia no será más una mercancía, el pueblo confiará en las y los juzgadores porque los elegirá a través del voto popular.

El pataleo de las y los togados no fue una rebelión, sino un arrebato de ira y desesperación neoliberal contra la democracia y la transformación de México.

Activista social

@larapaola1

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