En estas fechas es casi imposible sustraernos a la reflexión; en todas partes los símbolos y metáforas nos salen al paso provocándonos una y otra vez recuerdos y proyecciones. Tanto en el plano personal, como en el social, económico y político las celebraciones decembrinas nos invitan a hacer una pausa para confirmarnos o reinventarnos.
Surge entonces una pregunta obligada ¿es éste el país que queremos?, la respuesta es contundente, por supuesto que no. Es claro que hay mucho por hacer, por avanzar y por crecer; sin embargo, hay que decirlo con todas sus letras: vamos por muy buen camino.
México se está transformando, el régimen político, las instituciones, las formas, los puntos de partida y de llegada no son los mismos. Las concepciones sobre el Estado, el pueblo, el poder, la ciudadanía, los derechos, la democracia y el desarrollo no son los de antes.
Hoy la personas sí importan, precisamente ahí radica la importancia del cambio verdadero. Cerramos el primer cuarto del Siglo XXI resistiéndonos a los caprichos e intereses de los mercados; en un mundo interdependiente y globalizado levantamos la voz para decir no a los transgénicos, no al intervencionismo. No, porque la soberanía nacional y el bienestar de las mexicanas y mexicanos es un valor superior y un bien tutelado por el Estado, no se negocia.
Sabemos que el humanismo mexicano no es una mera declaración de principios, sino un plan de acción, el cual permitió que más de 9 millones de personas celebraran la navidad fuera de la pobreza y que al menos 70% de las familias tengan la certeza de que el Estado está presente, no están solas.
Los derechos son tangibles, dejaron de ser solo verdades políticas para convertirse en realidades jurídicas. Los programas sociales están libres de condicionamientos, incluso la universalidad de algunos ni siquiera exige demostrar una situación de pobreza. Así, por ejemplo, basta ser persona adulta mayor para recibir en propia mano el beneficio de una pensión no contributiva, la cual llega puntual y completa hasta a quienes la critican y dicho sea de paso no la necesitan.
Seguimos avanzando con paso firme hacia la recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo, hasta llegar a las 2.5 canastas básicas. Con el último aumento de 12%, se acumula desde 2018 una recuperación de 135%. A pesar de las fluctuaciones de los mercados internacionales, el salario mínimo siempre aumentará por encima de la inflación y en 2025 alcanzará para comprar 5.3 kilos de frijol, 5.6 kilos de huevo y 13.2 kilos de tortilla.
Por encima de países como Suecia, Corea o Alemania, México se ha colocado entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico como una de las naciones con la tasa de desempleo más baja. Alcanzamos el mayor número de empleos formales en la historia con 22 millones 618 mil 942 empleos afiliados al IMSS hasta octubre de este año. Las inversiones extrajeras, también históricas, no se alcanzaron por ofrecer mano de obra barata, sino una economía fuerte, finanzas públicas sólidas y un ambiente de negocios confiable que genera certidumbre a los inversionistas.
Destaca el avance de la participación femenina en el mercado laboral, donde las mujeres ocupan 9 millones 95 mil 570 empleos, como resultado del esfuerzo por alcanzar la igualdad sustantiva, a través del apoyo, empoderamiento, visibilización y reconocimiento a ese 52% de la población que estaba olvidado y al que le ha llegado su tiempo.
Que el año viejo se lleve la diatriba, la discriminación, la desigualdad, la corrupción, la violencia y todos los resabios del neoliberalismo. Que la prosperidad compartida sea la constante en 2025, que la solidaridad, la inclusión y la confianza nos permitan reconstruir en unidad el tejido social, para seguir edificando el segundo piso de la transformación que nos permitirá muy pronto tener el país que sí queremos.
Activista social.
@larapaola1