Al pueblo de México: Cada once minutos una mujer es asesinada a manos de un familiar y una de cada tres es víctima de alguna forma de violencia.

En nuestro país, diez mujeres son asesinadas diariamente, dos son violadas cada hora y los servicios de emergencias reciben casi mil llamadas al día por hechos violentos en contra de las mujeres.

Levantar la voz en el marco del D ía Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres ya resulta insuficiente porque a cada instante, en cada momento y en cualquier lugar se registran casos de racismos, discriminación, acoso, feminicidio, violencia intrafamiliar, psicológica, sexual, física, verbal y, en fin, pero lo más delicado es que se extiende en todo el mundo.

"Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte", con esa frase el caso de las hermanas Mirabal detonó como el símbolo mundial de la lucha de nosotras, las mujeres en contra de la violencia y fue el parteaguas del nacimiento de este día internacional que se convierte en el recuerdo más terrible, una lucha casi sin eco.

No solo eso, también destapó los problemas estructurales de los gobiernos para enfrentar tantos casos como en la actualidad ocurre con los feminicidios, que se convierte en la misma lucha de ayer, de hoy y de siempre.

Sin duda el patriarcado con esa falsa supremacía masculina ha sacado provecho de la minusvaloración y explotación de las diferencias entre mujeres y hombres, una lucha de resistencia por no reconocer la igualdad que lo convierte en un tema trascendente ante una realidad sofocante en donde las mujeres somos violentadas de diversas maneras y México no baja de su trágica marca de 10 mujeres asesinadas cada día.

En la intimidad del hogar, en la escuela, en el trabajo, en la política, en la calle, en el campo, en las ciudades y en el trasporte público la supremacía masculina continúa vigente porque se ha introyectado en el imaginario colectivo a través de roles y estereotipos, pero también, porque forma parte de un sistema geopolítico y económico al que le resulta conveniente la cosificación de las personas.

Esto deja muchas interrogantes sin responder: ¿Dónde están las niñas, las jóvenes y las mujeres desaparecidas? ¿Por qué los feminicidas no están en las cárceles en compañía de los tratantes? ¿Qué pasa en las entidades federativas y por qué es más recurrente la violencia en unas que en otras? ¿Por qué siempre tenemos que vivir con miedo y el ambiente deja un rancio hedor a impunidad?

Lo cierto es que estamos abandonadas porque las cifras o son maquilladas o no son reportadas por las autoridades donde perpetúan la desigualdad, tolerando lo intolerable, convirtiéndose por acción u omisión en cómplices, dando paso a un tipo más de violencia.

La violencia institucional , la revictimización y cualquier tipo de violencia hacia nosotras duele, dejan huellas profundas y matan. Los sistemas de procuración e impartición de justicia que excluyen y silencian a las víctimas son parte del origen y la causa de la violencia hacia las mujeres, la cual en ocasiones las persigue más allá de la muerte. Basta ver sus cuerpos desnudos y mutilados entre la basura, la soledad y el olvido.

Por eso es necesario repetir, gritar, sin miedo, con esperanza ‘hasta cuándo’, por qué hoy como ayer las madres siguen buscando a sus hijas y las hijas se siguen quedando sin madres.

Activista Social 

                                                                                                               @larapaola1  

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