A las mexicanas y mexicanos: Desde que se desató la pandemia a raíz del CoV-19, todas y todos los ciudadanos del mundo hemos sido testigos de escenas que nos remiten directamente a la ciencia ficción . Hemos visto ciudades enteras, con todo y sus avenidas, calles y parques, completamente deshabitadas. Hemos presenciado al Papa caminar solo por el Vaticano, lo mismo que estadios de futbol vacíos, sin más bullicio que el arrullo de las palomas y, aeropuertos detenidos en el tiempo, con flotillas enteras de aviones estacionadas bajo espesas capas de polvo, entre una lista de ejemplos que nos rebasa.
Estas imágenes, aunque resulten distópicas y desoladoras, sirven para visibilizar aún más la dependencia que tenemos el uno del otro; que el único modo de edificar una sociedad es fortaleciendo y resignificando el concepto de comunidad. Para concretar nuestra esencia social en una realidad inmediata, podría decirse que la comunidad es el producto de lo que construimos en nuestro entorno más cercano. Es decir, que la misma sociedad es un resultado orgánico que nace de lo inmediato, de las comunidades que se generan en y alrededor del espacio público.
El CoV-19 llegó para ilustrar una vieja máxima sociológica: somos una bestia social por excelencia. Tan es así que la secuela más grave que hemos experimentado a raíz de la pandemia ha sido el aislamiento social y sus bemoles. Basta con ver cómo se han disparado los índices de violencia intrafamiliar desde mediados de marzo a la fecha, debido al confinamiento, o bien, la incidencia en los padecimientos mentales como la ansiedad y la depresión, para darnos una idea de la importancia del espacio público.
Es hora de repensar y revalorar nuestra relación con los espacios públicos y su debida reapropiación para poder generar comunidades sólidas. Esto aplica para toda la República, aunque con especial atención a quienes habitamos en las grandes ciudades, ya que no podemos soslayar que las tasas de violencia disminuyen significativamente en las comunidades donde existe una interacción sana en los espacios públicos. De ahí que la Constitución de la Ciudad de México, establece que: “El derecho a la ciudad es un derecho colectivo que garantiza el ejercicio pleno de los derechos humanos, la función social de la ciudad, su gestión democrática y asegura la justicia territorial, la inclusión social y la distribución equitativa de bienes públicos con la participación de la ciudadanía”.
La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha acertado en reconocer la enorme importancia que suponen estos espacios para las y los capitalinos en el Plan de Gobierno 2018-2024, fundamentalmente al asumir una perspectiva social del urbanismo y el medio ambiente, por lo que los espacios públicos y la cultura se entienden como articuladores del tejido social y la equidad. Lo que nos convoca en un esfuerzo conjunto a apropiarnos de éstos.
El Gobierno de la CDMX en coordinación con las Alcaldías ha desarrollado programas eficientes que utilizan la innovación y las nuevas tecnologías para garantizar el servicio de limpia, la iluminación, mantenimiento de áreas verdes, parques y jardines, así como pavimentación de vías primarias y secundarias.
La jefa de gobierno se ha dado a la tarea de rescatar algunos puntos clave como el Gran Canal en Venustiano Carranza, el Bosque de Aragón, el camellón central de Periférico Oriente, el Parque Cuitláhuac, el Parque Ecológico de Xochimilco, el Cerro de la Estrella, la Sierra de Santa Catarina y Guadalupe, el parque ecológico de la Ciudad de México, los zoológicos de Aragón y Chapultepec, el Vivero de Cuautepec y la avenida Chapultepec, el polígono B del Centro Histórico, la Calzada Chapultepec, Tacubaya, la Zona de Hospitales de Tlalpan y el eje 6, tan sólo por señalar las intervenciones más destacadas de su administración hasta ahora. Además de duplicar el financiamiento del programa de mejoramiento barrial para trabajar con los vecinos; fortalecer el presupuesto participativo a partir de esquemas que generen organización y orientación, así como una importante inversión en los proyectos de PILARES en las Alcaldías y zonas con menor proporción de áreas verdes por habitante.
Las acciones de la doctora Sheinbaum tendrán repercusiones muy positivas a corto, mediano y largo plazo. Gracias a la oportuna intervención para la recuperación de estos espacios, los capitalinos podremos entablar una relación distinta, más íntima con la ciudad y la ciudadanía; lo cual representará una mejora inmediata en la calidad de vida y, como resultado del fortalecimiento de los vínculos comunitarios, también habrá una disminución significativa en los índices de violencia. Podremos recuperar un sentido de pertenencia que se nos negó durante años debido a la falta de una visión gubernamental propositiva; sobre todo en las alcaldías, colonias y barrios más populares, donde el espacio público cada vez es más acotado, imposibilitando que las y los ciudadanos podamos construir una vida comunitaria sólida.
En suma, tenemos que repensar nuestra relación con los espacios públicos para poder apropiarnos con responsabilidad de ellos, de aquello que nos ha pertenecido desde siempre, pues no basta con rescatarlos desde el ámbito gubernamental, sino que las ciudadanas y ciudadanos tendríamos que replantearnos su valor desde lo colectivo y verlos como una pieza fundamental del tejido social.