Realizar proyecciones económicas para el año 2024 resulta difícil, porque hay tres riesgos visibles que no se sabe cómo se van a desenvolver. El primero es la guerra, el segundo son los procesos electorales en donde no hay certeza de cuál será el resultado y el tercero la política monetaria de los bancos centrales, que con excesiva cautela podrían mantener elevadas las tasas de interés demasiado tiempo y afectar el crecimiento económico. Obviamente, no son los únicos, si consideramos los efectos del cambio climático, el fenómeno del Niño y las sequías e inundaciones que conllevan, entre otros.
La guerra en Ucrania va para dos años y amenaza con empantanarse por mucho tiempo. Los primeros efectos colaterales en la economía mundial fueron el incremento de los energéticos, los alimentos y fertilizantes, entre otros bienes. El alza del precio del gas en Europa se ha ido frenando por suministros alternativos y el precio de los alimentos mediante algunas negaciones de libre tránsito, que temporalmente ha sido interrumpido. Sin embargo, la agudización del conflicto podría ocasionar de nueva cuenta una nueva ola inflacionaria como la registrada en 2022.
La postura del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu de continuar la guerra hasta eliminar a Hamas cierra las posibilidades de negociación y agudiza el conflicto en Medio Oriente, lo que podría ocasionar una guerra de mayores dimensiones, al involucrarse países como Irán, y tendría efectos colaterales en el alza del precio del petróleo.
Tal vez la alarma más fuerte es la que podría provenir de una invasión militar china a Taiwán que podría ocasionar un conflicto armado de mayores dimensiones con EU, que está convencido de que se debe actuar de una forma más decisiva contra la potencia asiática, a riesgo de perder al mayor proveedor mundial de semiconductores. Pero por el lado chino, crece la opinión de que es el momento de atacar primero aprovechando la debilidad y decadencia percibida de EU, que tiene varios frentes abiertos en el mundo. Este tipo de riesgos se podría desencadenar porque la administración Biden es cuestionada por electores en su política exterior.
La posibilidad de que Donald Trump regresé a la Casa Blanca en las elecciones de noviembre próximo es considerable. Si bien hay elementos suficientes para descalificarlo de la competencia por su intervención ilegal en las pasadas elecciones, no parece que los tribunales se atrevan a hacerlo, máxime que ha pasado demasiado tiempo. Incluso el presidente mexicano ha mencionado que si ello ocurriera sería eliminarlo a la mala.
El discurso de Trump contra el libre comercio viene recargado. Promete intensificar la guerra comercial contra China y Europa, propone aplicar un arancel general de 10% a los países con los que no se tiene tratados de libre comercio y revisar la relación con los países con los que el déficit comercial se ha intensificado, en franca alusión a México, recordando que en 2026 se revisaría el T-MEC. A su vez, ha prometido endurecer la política migratoria, a la que acusa de poner en riesgo la “blancura” de Estados Unidos (EU). En otro tiempo, esta declaración hubiese generado un escándalo, ahora pasa de largo. El ambiente antimexicano se ha endurecido en el partido republicano para quien Biden es el culpable por ser demasiado blando con el vecino del sur.
La política proteccionista de Trump conllevará menor crecimiento en el resto del mundo y más inflación en EU porque elevará el costo de los insumos y de los bienes de consumo final. En reacción habría represalias, que implicaría aranceles y desvió de los flujos comerciales, así como, precios más elevados en varios países. Incrementar la producción dentro de EU parece ser una consigna compartida con los demócratas: Made in America, y como una forma de impulsar una sustitución de importaciones, menos regional de lo que algunos suponen.
En México, el problema más evidente es la legitimidad de las elecciones donde el organizador (INE) ha sido bastante complaciente con el partido oficial, al punto que su presidenta reconoce que han mejorado las relaciones con el Ejecutivo. Por su parte, el árbitro electoral también tiene un sesgo oficial (3 vs 2). El oficialismo apuesta al plan C, es decir, a las reformas constitucionales que no puedan ser impugnadas por la minoría. Regresaríamos a los tiempos del viejo PRI, donde el presidente controla los tres poderes y tampoco existen organismos autónomos que estorben las decisiones del Ejecutivo.
Este proceso viene acompañado de la mayor militarización, donde las fuerzas armadas participan como un actor político a favor de la 4T para evitar que se puedan revertir los cambios realizados y por efectuar, incluso poniéndolas como responsables de empresas paraestatales o en funciones ajenas a las de las fuerzas armadas (aduanas, migración, aeropuertos, seguridad pública, y un largo etc.), aunque ello implique una mayor carga fiscal por las pérdidas ocasionadas por los nuevos trenes, línea aérea y administración de aeropuertos, por ejemplo.
Sin embargo, la batalla más importante será mantener la autonomía de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por lo que la decisión del presidente de proponer una reforma constitucional para que sean electos sus integrantes por voto popular forma parte de una estrategia electoral que busca exhibirlos como privilegiados, con la intención de suplirlos a todos y elegir perfiles a modo en el máximo tribunal del país. Con la consigna de una mayor democratización, se pretende eliminar cualquier contrapeso al presidente. En el fondo, lo que se busca es que la nueva mayoría nunca pierda ese estatus, eliminando cualquier posibilidad de cambio, como era antes cuando en México prevalecía una democracia simulada, y los medios presumían que era un país plural con partidos minoritarios y varios de ellos satélites del gobierno.
La Reserva Federal, el banco central de EU, confía en que la inflación se encamina a su objetivo del nivel de 2% en tasa anual, por lo que dio pauta a que habrá tres recortes de la tasa de referencia, lo que animó a los mercados accionarios luego del anuncio. En el caso mexicano, el repunte de la inflación al consumidor en las últimas quincenas, si bien fue más moderado de lo que esperaba el Banco de México (Banxico), lo ha puesto en una postura más cautelosa, por lo que advirtió que la reducción de la tasa objetivo será hasta el segundo trimestre.
La reducción esperada de la tasa de interés objetivo más lenta en México que en EU ha generado un fortalecimiento del peso regresando a niveles debajo de los 17. La decisión dependerá de la inflación observada en ambos países. Banxico prevé que la inflación en promedio será de 3.5% en el cuarto trimestre; sin embargo, le preocupan: “i) persistencia de la inflación subyacente en niveles elevados; ii) depreciación cambiaria; iii) mayores presiones de costos; iv) que la economía muestre una resiliencia mayor a la esperada; y v) presiones en los precios de energéticos o agropecuarios.” En ocasiones el miedo al futuro dispara el consumo en el presente, por lo que algunas presiones de demanda pueden ser temporales.
En un escenario favorable, pronóstico para 2024 un crecimiento de 2.6% del PIB, inflación al cierre de 3.50%, tipo de cambio en 18 y Cetes 28 días a 9%; en uno complicado por las elecciones de EU y un inicio de nuevo gobierno en México con mucha incertidumbre, un aumento del PIB de 0.5%, inflación a 5.31%, tipo de cambio a 21.75, Cetes 28 días a 11%, lo que implica que la baja observada se pudiera revertir a fin de año. Si bien apuesto más al primer escenario, no dejo de reconocer los riesgos expuestos, otros no desarrollados o auténticos cisnes negros, esto es, que sucesos no previstos ocurran.
Por lo pronto, despedimos el complicado 2023, deseándoles un próspero Año Nuevo.
Economista, catedrático de la Maestría en Administración e Innovación del Turismo de la EST-IPN
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