Desde finales del año pasado se habían dado voces de alerta sobre la invasión militar de Rusia a Ucrania. Todavía el pasado 16 de febrero el mundo se había tranquilizado, luego de que el representante ruso ante la Unión Europea, Vladimir Chizhov, habría prometido que no se escalaría el conflicto y que no ocurriría ninguna invasión; sin embargo, el presidente ruso ordenó la incursión militar el 24 de febrero para “desnazificar” al país, reclamar la independencia concedida el 21 a las provincias orientales de Donetsk y Luhansk, así como para confirmar la anexión de Crimea realizada en 2014.
Desde el inicio del conflicto, el precio del petróleo se fue por arriba de 100 dólares el barril; el precio del gas, sobre todo en Europa, se disparó, así como el del trigo, maíz y cebada, de los que Ucrania es un importante productor. De acuerdo con cifras del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) participa con 15.3% de la producción mundial del maíz, 10% de trigo y 12.6% de la cebada. Todo esto hizo temer en que un repunte de la inflación mundial sería la consecuencia inmediata.
Las primeras sanciones económicas a Rusia no fueron tan fuertes. Sin embargo, luego de la orden de Putin de decretar una alerta máxima ante una eventual respuesta nuclear, los castigos se intensificaron en todo el mundo, y fueron desde la desconexión del sistema financiero, la suspensión de vuelos en Europa, Estados Unidos y Canadá de aeronaves rusas en su espacio aéreo, y viceversa, retiro de inversiones directas de empresas en Rusia y confiscaciones de activos en el extranjero, hasta su expulsión de eventos deportivos.
Putin desde el principio dio la orden a su ejército de avanzar a Kiev y derrocar al presidente ucraniano Volodimir Zelenski, excomediante judío que ganó las elecciones en 2019, quien en pleno asedio hizo la solicitud formal para que su país fuera admitido en la Unión Europea. Mientras se negociaba el cese al fuego cerca de Bielorrusia, los ataques a las poblaciones de Ucrania se intensificaron.
El efecto sobre las variables financieras no se hizo esperar: la bolsa rusa se desplomó y el rublo se depreció todavía más el lunes pasado. La amenaza de que la guerra se pudiera extender y prolongar provocó aversión al riesgo, generando una mayor devaluación de mercados emergentes, mayor precio del oro y una fuerte demanda de bonos estadounidenses, en la clásica reacción de búsqueda de refugio de valor. Esta volatilidad ya comenzó a afectar al peso mexicano, a pesar de la escasa relación comercial y económica que se tiene con Ucrania.
Cabe destacar que, a pesar de las sanciones económicas, el suministro de gas y petróleo a Europa no se ha cancelado, por lo que la ruptura económica no es total. Algunos países como Francia y Alemania siguen explorando la posibilidad de una negociación diplomática al conflicto. Si bien es cierto que las represalias económicas y políticas afectarán más a Rusia que al resto de los países, los efectos directos e indirectos sobre la economía mundial no son despreciables.
Sin embargo, pudiera haber otros efectos indirectos ante la postura del gobierno mexicano de no replicar las sanciones que han establecido Estados Unidos y la Unión Europea. La cancillería mexicana emitió un comunicado condenando la agresión a Ucrania hasta el 25 de febrero y votó en ese mismo sentido en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; sin embargo, el presidente mexicano argumentó que se busca tener buenas relaciones con todos los países, por lo que México no suspendería los vuelos a Rusia, ni las relaciones económicas.
Especialistas en política exterior han advertido que esta posición podría generar molestia en Estados Unidos, sobre todo después de que en la reunión trilateral sostenida en noviembre pasado el presidente mexicano se había pronunciado por fortalecer la competitividad de la región, en una declaración que fue leída como un respaldo a las políticas de Norteamérica. El contraste con las decisiones que han adoptado Canadá y Estados Unidos que, además han bloqueado la presencia rusa a medios como Russia Today (RT) y Sputnik, o en redes sociales como Meta, Twitter y YouTube, es evidente.
En una entrevista radiofónica, el Dr. Juan Ramón de la Fuente, embajador ante Naciones Unidas, al ser cuestionado sobre la postura mexicana de no sumarse a las sanciones económicas, alegaba el principio de neutralidad, autoderminación y la Dotrina Estrada. Al ser cuestionado de que se trataba no de un conflicto interno, sino de una invasión militar para derrocar a un gobierno, De la Fuente señaló que la postura mexicana era por razones humanitarias para poder ayudar a los mexicanos que radican en Ucrania, y dio a entender que ello permite mantener una buena relación con Rusia, y poder ser un puente de entendimiento entre ambas partes. Eso está bien; el problema es cómo va a ser leído por nuestro principal socio.
La intensificación de los ataques en Járkov y Kiev, y a los puertos estratégicos de Odesa y Maripul, están afectando a la población civil. Voluntarios se enfrentan a militares rusos quienes, por su superioridad, terminarán venciéndolos. Es muy probable que Putin derroque al gobierno de Zelenski y que imponga a un gobierno afín, que no tendrá la legitimidad de la comunidad internacional, pero tampoco el apoyo de la sociedad ucraniana.
Los efectos económicos y sociales de la guerra en Ucrania son inciertos. La globalización, como la conocíamos, quedará colapsada por un creciente conflicto de bloques. Estamos -lo queramos aceptar o no- atrapados en Norteamérica. En este momento, la política exterior se vuelve muy relevante, y los mensajes que se expresen serán sensibles y con consecuencias para nuestro país.
El turismo internacional se verá afectado: algunos países como Turquía, más dependientes de la afluencia rusa, más que otros. Sin embargo, en general todos saldrán afectados, ya sea por el mayor costo de la turbosina, rutas más largas por falta de conectividad y para no violar espacios aéreos, así como por desaceleración económica, la volatilidad cambiaria y la inflación en general.
En lo inmediato, las presiones inflacionarias que generan el alza de los combustibles y energía (gasolina, gas, electricidad), los alimentos y las materias primas, podrían convencer a la Reserva Federal (Fed) estadounidense de un alza más agresiva de 50 puntos base (pb); en contrapartida, quienes están preocupados de los efectos recesivos que tendrá la interrupción de la cadena de suministro ocasionada por la guerra, se inclinan por un alza moderada. Al parecer, Jerome Powell, presidente de la Fed, se inclina por sólo un alza de 25 pb, y esto alentó ayer a los mercados. En conclusión, seguiremos con un escenario económico de incertidumbre y volatilidad, máxime que el riesgo geopolítico que se anticipaba a principios de años se concretó, aunque no pierdo la esperanza por una solución diplomática.
ADENDA
1.- El tráfico en la Ciudad de México ha regresado a los niveles prepandemia.
2.- Sergio Aguayo y Ricardo Raphael fueron mencionados en la mañanera; poco después, objeto de nuevas acusaciones por Humberto Moreira y la Fiscalía General de la República.
3.- El 2021 fue tan atípico que, en cifras originales, el crecimiento de 4.8% del PIB fue diferente al promedio de las tasas anuales de los cuatro trimestres (5.4%).
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