Cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó las elecciones en julio de 2018 le dije a un amigo priista que estaba muy entusiasmado con su victoria, que sentía un déjà vu con el sexenio de Luis Echeverría Álvarez (LEA), que se caracterizó por desplantes populistas, guerra sucia de las fuerzas armadas en contra de la guerrilla, caída de la inversión privada que fue suplida por la pública, que lo mismo se caracterizaba por enormes elefantes blancos, que por rescatar empresas quebradas para evitar la pérdida de empleos, en lo que se denominó como el modelo del desarrollo compartido.
El sector privado estaba enemistado con el gobierno, al que acusaban de socialista, por su cercanía a Salvador Allende, así como por el uso discursivo de Lázaro Cárdenas y la intervención estatal en la economía, que lo mismo tomaban decisiones caprichosas como construir el aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez en un lugar inadecuado, como una Siderúrgica en Las Truchas, a pesar de que no había carbón en la zona y que distribuía discrecionalmente recursos entre la población necesitada. La revista Proceso, fundada por Julio Scherer a finales de ese sexenio, luego del golpe de Excélsior en julio de 1976, estaba plagada de denuncias de casos graves de derroche, endeudamiento y corrupción, que culminaron con 22 años de paridad fija del peso frente al dólar, inaugurando las crisis de balanza de pagos y de finanzas públicas características de finales del siglo XX.
El empresariado mexicano estaba contagiado de la propaganda anticomunista en un mundo dominado por la Guerra Fría. Habían logrado detener una reforma fiscal en 1972 y luego de la muerte de Eugenio Garza Sada, obligaron al gobierno de LEA a emprender agresivamente la lucha en contra de grupos guerrilleros, que generó una serie de asesinatos, desapariciones, torturas y exilio de muchas personas en un episodio oscuro de la historia.
México parecía un país surrealista (candil de la calle y oscuridad en la casa), con una política exterior progresista y a favor del Tercer Mundo, buscando encontrar equilibrios entre el bloque capitalista y socialista, pero al interior prevalecía un régimen autoritario con un control corporativo de los obreros y campesinos, una democracia formal donde el proceso electoral lo dirigía con total parcialidad la Secretaría de Gobernación para asegurar el resultado, sin poderes legislativos ni judiciales independientes, ni libertad de prensa. En el plano económico, se ofrecía a los industriales protección comercial con elevados aranceles o permisos para poder importar, asegurándoles la exclusividad del mercado interno.
La intervención del gobierno en la economía en parte también se debió a que la inversión privada nacional y extranjera perdió dinamismo, no solo por el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, sino también porque dentro del empresariado se redujeron las inversiones como una forma de rechazo y hostilidad a una administración que no consideraban proclive a éste.
A pesar de que AMLO no ha dejado de expresar su nostalgia por el desarrollo estabilizador y su desprecio por los economistas, algo similar a LEA, quien decía que la “política económica se decide en Los Pinos” para que no quedara duda de quien mandaba en México, el mundo ha cambiado y existe una economía abierta donde la exportación juega un papel muy importante en la producción, las importaciones son indispensables para el funcionamiento interno de la economía, la disciplina fiscal y la estabilidad financiera se han vuelto condición necesaria, pero no suficiente para que marche bien.
La actual administración ha establecido como un mantra la austeridad republicana. Por ejemplo, el deterioro del sistema de salud no solo fue responsabilidad de la administración pasada; su presupuesto para 2019 y 2020 fue bastante restringido, al punto de que cuando estalló la emergencia por el Covid-19 se tuvieron que implementar gastos extraordinarios en condiciones de mercado desfavorables.
El gobierno ha reiterado que no aplicará políticas contracíclicas con estímulos fiscales para apoyar a las empresas y a los hogares, con lo que descartó propuestas como la del ingreso vital de emergencia, porque argumenta que elevaría la deuda y dañaría la estabilidad financiera. La mala noticia es que la tregua crediticia termina este mes, y muchas empresas y familias no van a poder pagar los créditos ante la quiebra y la falta de empleos, por lo que un programa de emergencia será necesario.
Para tratar de reactivar la inversión, se anunció de nueva cuenta el Plan Nacional de Infraestructura, con participación destacada del sector privado. Sin embargo, si no se logra recuperar la confianza, la inversión privada no se reactivará, por lo que el desempeño económico futuro será modesto. En este sentido, debería de aprenderse de las experiencias del pasado, para no volver a repetir los errores.
Adenda. 1) En dos semanas, el FMI actualizará sus pronósticos de la economía mundial. Seguramente los revisará al alza, considerando la recuperación que registra el sector manufacturero a nivel mundial, la reactivación de la economía china y la recuperación más rápida de lo esperado de Estados Unidos. Esto podría influir en un mejor desempeño de las exportaciones mexicanas y, por ende, del PIB para este 2020. Pero no dejará de advertir sobre la incertidumbre ocasionada por el proteccionismo y la guerra comercial entre las dos potencias mundiales, así como la evolución del coronavirus.
2) El lunes pasado la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos dio a conocer las proyecciones de crecimiento promedio del PIB de 2020 a 2050, señalando que será más baja en un cuarto de punto a 1.6%, comparativamente menor al 2.5% registrado entre 1990 y 2019. Señaló que se debía al costo creciente de la deuda pública y a los mayores gastos de los programas de seguridad social y de cuidados médicos. Con este diagnóstico, los republicanos acentuarán las presiones para limitar o eliminar el Medicare, mientras que los demócratas insistirán que el actual esquema privado sin regulaciones lo vuelve financieramente insostenible. La crisis sanitaria dejó el aprendizaje de que, si no se cuenta con sistemas de salud pública robustos que cubran a toda la población, quienes estén descubiertos saldrán más perjudicados, pero pondrán en riesgo al resto.
Catedrático de la EST-IPN
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