El pasado 1 de enero se cumplieron 30 años de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que fue seguido por el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que entró en vigor el 1 de julio de 2020, continuando el acuerdo comercial entre los socios de la región. Ese mismo día, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpía a la escena pública al declararle la guerra al gobierno mexicano repudiando la entrada en vigor del acuerdo de libre comercio.


En ese entonces, había tres posturas respecto al TLCAN: 1) quienes lo apoyaba completamente, considerándolo como la vía más adecuada para promover el crecimiento y el desarrollo económico, apostando al sector más dinámico; 2) quienes lo rechazaban, contemplándolo como la pérdida de soberanía del país y como una estrategia del neoliberalismo que profundizaría la globalización, la desigualdad y la pobreza, 3) quienes nos pronunciábamos a favor, pero que considerábamos que el libre comercio sí implicaría algunos costos sociales, y que requería algunos apoyos del Estado para compensar a los sectores perdedores, y que no se debía apostar todo al sector externo.


Quienes apoyaban entusiastamente el TLCAN, ubicados más en la ortodoxia económica, en el Consenso de Washington y en la promoción del neoliberalismo como la panacea de todos los males, se quejaban de que los resultados no se dieron porque no se continuó con las reformas estructurales, omitiendo que la competitividad basada en bajos sueldos, que era usada como política antiinflacionaria había ampliado las profundas desigualdades y la pobreza. Si bien México pasó a ser una potencia manufacturera exportadora, no generó el efecto de arrastre prometido en el mercado interno, se ampliaron las diferencias regionales entre el norte y el Bajío exportador y el sur atrasado, con un desempeño económico en general bastante precario.
En la segunda postura, están los grupos altermundistas y anticapitalistas que ratifican su posición de resistencia y rechazo a la globalización y al neoliberalismo. Con una raigambre muy ideologizada podemos ver a sectores radicales de la 4T y al propio presidente que, considerada al neoliberalismo como el causante de todos los males, en una visión simplificada y maniquea del mundo. En varias ocasiones ha declarado que la corrupción y la inseguridad son provocadas por el neoliberalismo, por ejemplo.


Por otro lado, paradójicamente la administración de AMLO cedió de más en las negociaciones del T-MEC y con Donald Trump con tal de evitar la aplicación de aranceles por el tema de los migrantes en 2019, ante el temor de los impactos de no lograr la aprobación del T-MEC promovida por los demócratas, lo que comentamos ampliamente en esta columna en su momento. De hecho, los negociadores de Estados Unidos estaban sorprendidos de que se allanaran tan fácilmente las objeciones con el nuevo gobierno mexicano, a diferencia de la contraparte canadiense.


En la tercera había una gran variedad, lo mismo había personajes como Paul Krugman en un extremo, como Dani Rodrik en el otro, pero coincidiendo en que debía haber regulaciones de los Estados nacionales. Joseph E. Stiglitz también se ubicaría en este segmento, aunque tal vez ya no comparte el optimismo que expresaba en El malestar en la globalización (2002), cuando fue abucheado en el Foro de Sao Paulo, al proponer una nueva forma de globalización y un comercio justo.


Estamos bastante lejos de la euforia neoliberal de principio de los 90s, pero no por ello dejamos de estar insertos en una globalización diferente, con una economía mundial fragmentada, donde el T-MEC forma parte de la regionalización del comercio mundial y el discurso que predomina es una sustitución regional de importaciones, aunque la parte mexicana sigue soñando con la época del desarrollo estabilizador (1950-1982), cuando no predominaba el neoliberalismo. Pero seguir mirando el 2024 como si estuviéramos en 1990, es también un error.


Como evitar la angustia y ansiedad de pensar en el futuro con todos los temores que genera la Inteligencia Artificial; pero en contrapartida, no quedar atrapados en la melancolía y nostalgia por vivir en el pasado creyendo que un tiempo ido fue mejor. Se requiere una mezcla de pragmatismo y realismo, pero sin perder principios, valores e ideales.


Sin estar de acuerdo con el EZLN, coincido en que la deuda social con la población indígena sigue siendo el gran pendiente, pero también con la población discriminada, que es la enorme mayoría de este país. Hubo cambios constitucionales en los artículos 1°y 2°, pero no en la realidad.
Hay que reconocer que en este 2024, los vientos no son favorables. Las crisis económica y social en los países subdesarrollados están generando un flujo migratorio sin precedentes, que ha ocasionado que los sectores de derecha en todo el mundo hayan recobrado una gran fuerza, de manera especial en Estados Unidos, pero también aquí en México. La violencia contra los migrantes es ahora peor: 40 personas muertas en una estación migratoria a cargo del gobierno en Ciudad Juárez en 2023 para evitar que se escaparan.

ADENDA
1. Atención a los datos de empleo Estados Unidos mañana.
2. También a los de inflación en México el martes 9.
3. A ver qué nos traen Los Reyes Magos.

Economista, catedrático de la Maestría en Administración e Innovación del Turismo de la EST-IPN
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