El 2 de junio votaremos por quien administrará México en épocas complejas. Como vimos en el caso de Ecuador y la embajada mexicana, el Estado, junto con el patriarcado, ya no es lo que fue. La exposición de la corrupción de todos los políticos confabulados con muchos gobernsarios (empresarios que crean fortuna con el gobierno, no con el mercado) solo ha mostrado la punta del iceberg, tanto en su dimensión como en sus efectos sociales y políticos.

El #Blindspot de la semana se centra en tres retos que enfrentará la próxima presidenta y que casi nadie tiene en el radar porque lo viejo se niega a irse y lo nuevo suena poco creíble, a pesar de que ya ha demostrado que no es broma y que los próximos seis años serán clave en los cambios.

Primero, mantener el ritmo del consumo. No lo queremos aceptar, pero el antagonismo entre capitalismo y socialismo está solo en nuestra memoria. Esto hace prácticamente inservibles los indicadores económicos que utilizamos ya que fueron creados, en parte, para demostrar que el capitalismo era mejor que el socialismo. El riesgo está en la formación de gobiernos que transiten entre lo auto y teocrático con el líder como dios.

Como afirmo en el libro Crecimiento Contracorriente, Estrategias para Comunicar en la Era de la Incertidumbre, el consumo, no solo en cantidad sino en tipo de productos que consumimos será la clave. Las potencias serán demogáficas y el valor está en nuestra capacidad de consumir.

Además, lo local retoma fuerza lo que significa una amenaza para estructuras económicas basadas, por ejemplo, en la relocalización que, cómo hemos demostrado en este espacio y ahora argumentan otros, no debe ser el eje de las políticas económicas.

Segundo, un cambio en la forma en la que formamos comunidad que necesariamente impactará en la política y sobre todo en los procesos electorales, porque ahora las demandas sociales son inmediatas en gran medida sustentadas en las redes sociales. La no solución o solución únicamente en discuros le resta importancia a la clase política y, en escenarios como este, su ego los radicaliza.

Aquí la relevancia de la Marea Rosa y el potencial error de obviar su trascendencia y significado para la vida pública de México. Ante esto, quien gane la presidencia cometerá una equivocación si se presenta como salvadora. Atentos los equipos de campaña de Claudia y Xóchitl porque la tentación de hacerlo estará latente a cada paso y palabra en el discurso.

Tercero, cambios profundos en Estados Unidos que redefinen la economía global. En México preferimos no hablar de los latentes conflictos sociales que vive nuestro vecino del norte y que se verán reflejados en la elección presidencial entre Biden y Trump, pero también en cismas internos. Además de que la inversión de EE.UU., como lo está haciendo Investing in America y se ha señalado en este espacio, se concentra mayoritariamente dentro de sus fronteras. Eso resta juego económico global a quienes como México, ponemos nuestros huevos en esa canasta.

Preocupa que gran parte de las ofertas de campaña fueron hechas para lo que fue, por lo que la pregunta sigue en el aire: ¿cómo van a administrar México la próxima presidenta para lo que ya esta siendo y no queremos ver?

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