En la especulación sobre el impacto del triunfo de Claudia Sheinbaum y Morena en los mercados, el tipo de cambio y la inversión, hay tres factores que no se están tomando en cuenta y que son clave para no volver a confundir la esperanza y la Marea Rosa con un potencial triunfo de Xóchitl. El primer error es la fe, el segundo es tropezar dos veces con la misma piedra.

El #Blindspot de la semana está en el papel que juega el consumidor-votante en esta ecuación, las fluctuaciones buscan reacomodar el riesgo-país, y, la realidad: nadie va a dejar ir un mercado que vale 113 mil millones de dólares y que va a sumar alrededor de un millón de consumidores al mercado en 2025 (World Data Pro).

El primer gran error que estamos cometiendo es pensar que el consumidor y los votantes son entes distintos. No solo seis de cada 10 mexicanos votaron por Claudia, también la aprobación de AMLO (Mitofsky) tiene ese nivel y tuvo un repunte durante el proceso. Esto quiere decir que más allá del fenómeno político, la gente confía y considera que lo que propone la #4T es lo correcto y por tanto no solo no esperan cambiar su perfil como consumidores, sino que confían en que esto les va a permitir elevar su poder de consumo.

Así como desde 2018 debimos aceptar que en los votantes de López Obrador había importantes porcentajes de clase media y alta, hoy debemos empezar a pensar en los mexicanos como entes más sofisticados que receptores de programas sociales.

Las empresas y grandes corporativos se han convertido en economías más grandes que algunos estados-nación y una de las consecuencias de esto es que su aproximación hacia los países ya no es aquella en la que hablar con titular del Ejecutivo de cualquier país era hablar con Dios. Solo por poner un ejemplo, ¿de verdad creemos que Elon Musk se impresionó con Samuel García?

Es cierto que el tipo de cambio y los mercados están fluctuando, pero no es porque recién se hayan enterado de los planes de la Cuarta Transformación en relación con la Suprema Corte de Justicia, los órganos autónomos o el deseo de los mexicanos de que Morena continúe en el poder. Más bien, están ajustando la realidad, no la fantasía, de cómo seguimos interpretando las decisiones corporativas y de mercado en nuestro país. Los inversionistas especulativos son otro cantar y son otro tipo de indicador.

¿Qué implica esto? Que efectivamente hay un riesgo país y que este se incrementa frente a decisiones políticas. La pregunta que se hace el pragmatismo corporativo en estos casos no es cómo van a afectar estas decisiones democráticas a sus empresas o inversiones, sino cuánto va a costar y cómo van a impactar este costo en el consumidor.

De esta forma, los ojos del gobierno en formación de Claudia Sheinbaum deben estar no en si van a seguir o no recibiendo inversiones, sino en cómo evitar dos fenómenos en México: que nuestro país y en específico la CDMX se siga convirtiendo en una de las ciudades más caras del mundo debido a esta redistribución del riesgo país en el precio que paga el consumidor por productos y servicios, incluyendo la corrupción y los costos asociados con el crimen organizado. Además, deben enfocarse en que la fuerza centrífuga de nuestra economía lleve a las clases bajas a la clase media y las medias a las altas. Una economía solo centrada en la pobreza solo genera más pobreza.

El gasto de la clase consumidora en México para 2024-2025 crecerá más de tres veces lo que aumentará en Estados Unidos y casi tres veces lo que crecerá en India (World Data Pro). Analicemos la economía por lo que es y no por lo que fue o queremos que sea por nuestra filias y fobias políticas.

@osandovalsaenz

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