La reforma al sistema judicial mexicano es una lucha de poderes con un ligero interés en que los ciudadanos de este país experimenten las verdaderas mieles de la justicia. El #Blindspot de la semana está en un acierto clave de la Cuarta Transformación y cuatro errores fundamentales que Norma Piña y los defensores del “estatus quo” han cometido en sus estrategias de comunicación.

Primero, vamos al irrefutable acierto de la #4T: mover la emoción de los mexicanos hacia la aprobación de su reforma, cualquiera que esta sea. La ágil presentación de los resultados de las dos encuestas con la materialización de percepciones que ya todos conocíamos, no solo revalida su postura, sino que posiciona casi cualquier actitud, declaración o acción que hagan los opositores como una confirmación de que están en contra del pueblo y a favor de sus intereses y los de los conservadores.

Es ficción seguir convenciéndonos de que lo obvio no es válido o que reconocer que los cambios son necesarios es una puerta para la negociación en un escenario en el que, con o sin sobrerrepresentación, la Cuarta Transformación capitaliza a través de su comunicación el poder del pueblo expresado de forma democrática. En la Era de la Incertidumbre, lo que creo y percibo es ley.

Pasemos a quienes se oponen a la reforma y señalan que efectivamente debe haber cambios, pero no son precisos o son en extremo técnicos en señalar cuáles deben ser esas modificaciones.

Primer error. Con excepción de la sobrerrepresentación de Morena y sus aliados en las Cámaras, batalla que la oposición está dando tarde, su estrategia de comunicación debió partir del hecho de que la reforma va a ser aprobada. De esta forma, lo estratégico hubiese sido decir qué aspectos de la reforma judicial del presidente López Obrador se apoyan y qué puede ser modificado, señalando cómo y por qué esas modificaciones serían más beneficiosas para el pueblo.

Segundo error. Señalar que vamos a perder lo que no tenemos realmente como derechos humanos o que vamos a obtener lo que ya tenemos de sobra, por ejemplo, beneficiar a los justiciables. Estamos en un diálogo de sordos porque la interpretación de esto es que, por más cambios que propongan, esos estarán diseñados para mantener el “estatus quo”. Cambio de discurso no significa cambio de fondo.

A esto se suma la irrisoria aceptación de que hay corrupción también dentro del sistema judicial mexicano. Decir lo obvio es una burla contra quienes directa o indirectamente hemos sido víctimas de un sistema al que le tenemos miedo, lo que radicaliza las posturas aún de aquellos que no conocen de fondo los cambios que se proponen.

Tercer error. Hacer un llamado a un diálogo plural cuando la postura de la Cuarta Transformación está basada en el mandato de un pueblo tan plural que dentro de los millones de votos que ejercieron su derecho a favor de ellos, está demostrado que incluyen todas las clases sociales y todas las regiones del país.

Cuarto error. Hablar entre expertos sin tomar en cuenta a los afectados. Muchas mesas, pocas nueces. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha desplegado una estrategia para decirnos lo que es o, mejor dicho, lo que debería ser; pero nadie nos ha explicado a detalle en qué consiste la reforma y, sobre todo, cómo y por qué nos va a beneficiar o afectar.

Es cierto, para lo técnico elegimos a los técnicos; pero también es verdad que el régimen actual ha desmembrado eso y ha puesto esa responsabilidad sobre el pueblo. Actuar conforme a lo que fue, nos lleva a lo que nunca será: un México en el que actuemos por el futuro y no por las heridas del pasado.

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