De larga data, en tratándose de partidos y políticos, México parece acostumbrado a vivir y a sufrir “más (mal) de lo mismo”. Pero ahora, con los comicios del 6 de junio, quizá como nunca, está frente a una realidad inédita, en la que tendrá que elegir “más de lo peor”, considerando que la clase política se ha multiplicado no para mejor y servir, sino, en un proceso de degradación, únicamente para alcanzar el poder y el dinero.

Eso, la gente lo sabe bien, aun cuando los actores políticos creen que la engañan con discursos manidos, demagógicos y vacíos de siempre. A fuerza de una práctica recurrente y de constantes desengaños, para la mayoría es claro que el único fin de esa clase —con excepciones—, que periódicamente busca su voto para encumbrarse sobre promesas irrealizables, es el mismo. Y nada apunta a cambiar.

Esa lamentable experiencia, se produjo durante más de siete décadas con el PRI. Cada vez, sus candidatos ofrecieron grandes mudanzas, que no cumplieron. A nivel presidencial, la gente se cansó y en el 2000, ilusionada, votó por la alternancia. Pero dos gobiernos panistas no produjeron lo que esperaba y retomó el caminó con los que supuestamente “sí sabían cómo gobernar”.

El de Peña Nieto se caracteriza ya por haber sido el sexenio del saqueo y el cinismo; la corrupción que lo distinguió, caló tan hondo que en 2018 la ciudadanía se volcó en las urnas con la esperanza de cristalizar el añorado cambio. A la mitad de la actual administración, priva la percepción entre muchos, de que este se halla en curso.

Pero también muchos evalúan su desempeño con base, por ejemplo, en los 220 mil muertos por la pandemia, la incontrolable inseguridad, la incontenible corrupción y la inatacable impunidad, a lo que se suman los frecuentes arrebatos presidenciales por la acumulación de más poder, envueltos en ataques sistemáticos a quienes racionalmente se oponen a ellos y en los que los medios se ven como enemigos.

Con apenas la mitad de su periodo, del gobierno de Morena se puede decir que todos los partidos han sido sometidos a prueba y que todos, cada cual en un grado y circunstancia, han fallado a los mexicanos. Esa deuda, reconocida incluso por distintos aspirantes en su momento, ha sido puesta en perspectiva de pago discursivamente; sólo fueron palabras. El “más de lo mismo” permanece y ahora apunta a ser “peor de lo mismo”.
Así, votar dentro de un mes por qué candidatos de qué partidos es un enigma. Los electores conocen a la mayoría; unos son los mismos de hace décadas, otros son auténticos desconocidos. Sin el menor rubor, quieren mantenerse, llegar o retornar al poder sobre distintas plataformas, mandando a la basura principios, ética y compromisos. Ambiciosos, se echan en brazos del dinero; es lo único que procuran a toda costa.

Por decepción y desprecio; desinterés y desánimo, han dejado al electorado sin alternativa. Votar o no votar es la gran cuestión que se despejará en tan sólo cuatro semanas. Si la sociedad ejerce su derecho, hacerlo o no hacerlo por cualquiera será lo mismo; no acudir a las urnas, se esgrimirá como la revalidación de lo que se está haciendo y de quienes lo están haciendo.

Si alguien tiene una propuesta de salida real, viable e inmediata de este laberinto para evitarle al país “lo peor de lo mismo” que se avecina, tiene sólo unos días para decirlo… y pocos meses para comprobarlo.

SOTTO VOCE…

El PRD cumple 32 años de existencia y no tiene ningún motivo para celebrar. Para sobrevivir, llega al extremo de aliarse incluso con el PAN, su enemigo histórico… ¿Por qué el Metro de París, Moscú, Nueva York y de otras grandes metrópolis, que nacieron hace más de un siglo, se han mantenido en condiciones óptimas de operación, mantenimiento, limpieza y seguridad? ¿Podríamos intentar seguir su ejemplo por primera vez?