El presidente fue elegido para gobernar por seis años conforme a la Constitución. Y no hay duda de que cubrirá ese periodo sin contratiempo, pues la revocación de mandato, cuya ley reglamentaria comenzará a procesar el Congreso como asunto de urgente y obvia resolución, previsiblemente arrojará un contundente “sí” para que siga en el cargo.
Una de las razones de más peso a considerar en este escenario, son las consecuencias de un indeseable “no” a la continuidad de su mandato. La población no desea más conflictos. Y los que pueden derivar de un posible relevo presidencial a la mitad del sexenio, serían realmente impredecibles.
La experiencia y la historia muestran sobradamente que la gente tiene aversión a la incertidumbre, sin importar la fuente de donde provenga. Su internalización de ese rechazo, máxime en tratándose de la figura presidencial, es porque en ella ve a un guía que le produce confianza en todas las situaciones. Sin ella puede llegar a sentirse desprotegido, sin asidero. Por eso no concibe su falta, así fuera temporal.
Otra premisa por la que seguramente la revocación dejará un resultado a favor de Andrés Manuel López Obrador es que la ciudadanía no quiere más confrontaciones. Está harta de la pugnacidad, a la que son tan proclives los políticos aquí. Las que inevitablemente se producirían por no pocos ambiciosos, empeñados en quedarse con el cargo, serían descarnadas, brutales y sangrientas. Hasta por instinto, nadie se pone a la mitad de un fuego cruzado.
Si además se considera que la consulta sobre la revocación de mandato no tiene ninguna posibilidad de convertirse en un intento reeleccionista o continuista de AMLO para mantenerse en la silla más allá de los seis años que legalmente le corresponden, con certeza la ciudadanía ratificará lo que la ley establece.
Aunado a lo anterior, hay que tener presente que el arranque de la sucesión presidencial fue dado por el presidente al nombrar varios de sus más cercanos colaboradores. Estos, aunque en el discurso lo niegan, están trenzados en una lucha feroz que, si bien no rebasa ciertos límites, es por el tiempo que le falta al gobierno y porque, especialmente, ninguno se atrevería a alterar los tiempos ni la voluntad presidencial.
Hoy, puede haber inconformidad y desazón por el desempeño que AMLO ha tenido a lo largo de tres años, pero aún sin la consulta, la aceptación que tiene de 60%, que seguramente mantendrá, es suficiente para seguir en el puesto sin problemas.
Si sus adversarios esperaban la concreción de la revocación para despedirlo a la mitad de sexenio, seguramente reflexionarán sobre los inconvenientes que eso entraña y no es difícil que sean los primeros en apoyar que se quede.
En ese escenario, lo deseable es que termine las grandes tareas que se propuso y cumpla las promesas por las que tuvo una votación histórica. Si abate la inseguridad, que es la asignatura pendiente más importante, así como la corrupción y la impunidad; y si consigue que mejoren la economía y la salud de los mexicanos, entonces sí podrá decir, como adelantó en su III Informe: “¡Misión cumplida!”.
SOTTO VOCE… Uno de los apartados del III Informe de AMLO que más se cuestionan, son las remesas. Y con justa razón, porque ese indicador, muy positivo, no se debe a su gobierno, sino al sacrificio de los migrantes... La relación entre el presidente y Julio Scherer, seguirá tan cálida, fraternal y cordial como siempre... Se espera que, como presidente del Tribunal Electoral, el magistrado Reyes Rodríguez haga una limpia profunda de las anomalías que hay en esa institución, pero sobre todo, que recupere su autonomía… El secretario de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, con su vasta experiencia política y capacidad de conciliación, ratificó y concretó el encuentro entre los alcaldes y alcaldesas electos de oposición y la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum.