Con el conocido método de comunicación que caracteriza al Presidente, que es original, diferente y único, en el que incluye y excluye; magnifica y minimiza; confronta, ataca y reedita todos los asuntos de cualquier naturaleza y dimensión, sean nacionales o internacionales, sus declaraciones sobre la necesidad de hacer una pausa en las relaciones con España no pasarán de eso. Pronto serán olvidadas con referencias a más escándalos, frivolidades e intrascendencias en un discurso renovable que sólo rige por unas horas, acaso días, después de cada mañana.
Como ninguno de sus antecesores, Andrés Manuel López Obrador ejerce el poder con base en la palabra; como ningún otro presidente, él ha hecho de ese recurso prácticamente su única herramienta de gobierno. La evidencia son sus conferencias diarias, en las que aborda los temas más disímiles con tal de “dar la nota” e imponer una agenda nacional de declaracionitis, mientras la solución de los grandes problemas sigue pendiente.
Con sus alocuciones cotidianas, AMLO envuelve a la población en los temas que únicamente a él le interesan y le reditúan; capta la atención de todos con señalamientos “impactantes” cada 24 horas; en el cumplimiento de su función, los medios los transmiten —aun selectivamente—, y la población, que los recibe, centra su interés, en buena medida, en lo que él dice.
En ese ejercicio, consume un promedio de dos horas diarias y el resultado, en términos de eficacia, está a la vista de todos: la criminalidad es cada vez más frecuente y atroz; la corrupción y la impunidad que la acompaña, ha anulado el sistema legal; la economía enfrenta serias dificultades y la sociedad, en suma, sigue en una situación cada vez más crítica, frente a la que no se ve, por el momento, alguna salida.
En esa lógica de gobierno, en la que quien lo encabeza no está dispuesto a ceder un ápice ni a cambiar, se hallan atrapados los medios y la ciudadanía; unos, porque, siendo López Obrador quien encarna en máximo poder político, no pueden dejar de darle una cobertura permanente; diga lo que diga, están obligados a comunicarlo a sus lectores y audiencias; la otra, porque sus opciones de información se ubican considerablemente en las acciones y decisiones de las autoridades. Y si éstas se centralizan en la boca del Presidente, es claro que “impone una agenda”, pero no de gobierno, sino declarativa.
Él sabe muy bien que puede colocar todos los tópicos desde su tribuna y mantenerlos, suprimirlos o administrarlos por el tiempo y las circunstancias que le favorezcan. Pero, con la temporalidad y coyuntura con que los aborda, la mayoría no se consolidan; a pocos se les da seguimiento y quedan en el momento y en el vacío. Desde que asumió el poder, esa ha sido la tónica de su desempeño; le ha dado resultados a él, no a la población, razón suficiente para considerar que no la va a modificar y que la pausa que anuncia en las relaciones con España se sumará a los cientos de comentarios, declaraciones, opiniones e imputaciones que componen su amplio menú de filias y fobias.
Si se necesita una pausa, es para que el Presidente reflexione y, eventualmente, reconsidere. Él mismo ha dicho que es de sabios rectificar y dar resultados inmediatos sobre las grandes asignaturas pendientes porque, como también lo ha manifestado, el tiempo de su administración de agota.
Sotto Voce
Duro dilema para Dante Delgado, la decisión de mantener o no al actor Roberto Palazuelos como precandidato al gobierno de Quintana Roo… Con la presencia de Mario Delgado, Citlalli Hernández, una veintena de senadores, y una multitud apoyándolo, el candidato de ese partido al gobierno de Hidalgo, Julio Menchaca Salazar, cerró ayer su precampaña en Tizayuca. Con ese músculo, que seguirá exhibiendo en su campaña, seguramente será el sucesor del gobernador Omar Fayad… Que el INAI no dejará de exigir a Pemex para que informe sobre el paradero de los 50 millones de dólares que regresó Alonso Ancira por el caso Agronitrogenados.