Es extremo, indignante e inadmisible. No se puede pedir más. No se debe llegar a más. Los soldados, última línea de defensa del país, no pueden seguir siendo sacrificados al grado que recién se vio a un grupo de ellos sometidos por criminales.
El hecho ocurrió en La Noria, Sinaloa, pero esa ha sido una constante de larga data. Contra ellos, los criminales han empleado todo tipo de ofensas, agresiones y vejaciones. Y han resistido. Lo han hecho por su lealtad a México, a las instituciones; por su vocación de entrega y servicio a la patria.
Pero todo tiene un límite.
Y ese límite está siendo peligrosamente rebasado con los intolerables agravios e injurias a los que son sometidos con tanta frecuencia donde, con las manos atadas por orden de sus superiores, ayudan a combatir al crimen organizado. Los envían a la guerra sin fusil.
En las condiciones en las que hacen su trabajo, son entregados como protagonistas de deshonra y de vergüenza al ser reducidos a objetos de demostración del poder criminal sobre el poder legalmente constituido.
Con la errática e infructuosa estrategia de abrazos no balazos, nuestros soldados —de quienes los presidentes siempre se ufanan de que son el pueblo armado—, son constantemente expuestos a todo tipo de acciones en su contra. Bajo las rígidas e inapelables instrucciones que tienen de no ejercer las funciones ni de recurrir a los medios que legalmente poseen, corren todos los peligros; enfrentan todo sin poder defenderse.
Muchos de ellos han muerto. Ayer mismo, dos mujeres de la Sedena fueron secuestradas en Puerto Vallarta por el Cártel Jalisco Nueva Generación. Pero, leales a su responsabilidad y compromiso, siguen resistiendo.
Pero todo tiene un límite.
Con lo que se reeditó esta semana en contra de los militares, lo que además se difunde profusamente por los propios autores, lleva por lo menos dos mensajes. Uno es que el poder de los criminales no tiene fronteras ni es contenido por nadie; el otro es que una de las instituciones más acreditada moralmente, es pisoteada y mancillada.
Si el Ejército, la Marina, la Guardia Nacional, ostensible y objetivamente no han hecho prácticamente nada contra el crimen organizado —y ahí están las pavorosas cifras— es porque, a quienes están en el frente de batalla, pudiendo hacerlo, no se les permite.
Mantener esos entes cuesta miles de millones de pesos a los contribuyentes; ese gasto no reditúa ningún beneficio. La inseguridad que pretendidamente se habría de combatir en este sexenio, no sólo no ha bajado, sino que sigue agravándose día con día.
Si el cuerpo castrense sólo sirve para que los intocables delincuentes usen a grupos de sus integrantes para demostrar su poderío y su impudicia; su inmunidad y su impunidad, que rayan en la burla, es tiempo de reconsiderar su papel en una tarea que no les corresponde, o darles al menos la oportunidad de que se defiendan.
Permitir que nuestros soldados sean doblegados por la camisa de fuerza que se les obliga a llevar y que sean despojados de la autoridad moral que los caracteriza, es inaceptable; eso debe terminar. Y tiene que ser de inmediato…
SOTTO VOCE.- Será muy debatible y controversial la propuesta de reforma electoral que enviará AMLO al Congreso para sustituir al INE por el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas, recortar el presupuesto de los partidos, eliminar las plurinominales y reducir las regidurías… Habrá que poner mayor y muy especial atención para dar resultados en el corto plazo a las legítimas demandas de las mujeres para proteger sus derechos e integridad moral y física... Positivo, el informe del Inegi sobre el descenso del desempleo. Síntoma indudable de que ha pasado la pandemia… Loable, que el titular de la Unidad de Inteligencia Financiera, Pablo Gómez, haya rechazado el exhorto de legisladores de Morena para que investigue a quienes rechazaron la contrarreforma eléctrica. Con ello, ratifica su intención de guardar una posición objetiva e independiente en una labor tan delicada.