Los casi 36 mil asesinatos que marcaron el 2019 como el año más violento en México, es un dato terrorífico y escalofriante; aun así, esa estadística no es lo más grave. Lo desastroso es lo que subyace en ella, se despliega en varias vertientes y se sintetiza en un solo concepto: involución. Una tragedia con la que no hay ningún futuro.
Como sociedad y como país, caminamos vertiginosamente del estado político al estado de naturaleza. En el primero, predominan la razón, el entendimiento y la ley como condición de supervivencia y convivencia; en el segundo, reinan la sinrazón y la pugna; la anarquía y la violencia.
En este lamentable proceso de regresión, vamos de la civilidad a la animalidad. En aquélla, hay libertad y seguridad; paz y bienestar; en ésta, prevalecen el sometimiento, la servidumbre y el temor, marcados como nunca por el crimen. Ese es un profundo dilema, que reclama obligada e inmediata solución.
Hoy día, la inteligencia, que elevó al hombre a una condición única, ha trocado en brutalidad y salvajismo, que se reflejan nítidamente en el estado de horror en el que estamos hundidos por la violencia de esa ya muy larga noche que no ofrece señal alguna de un amanecer distinto.
Los gobernantes están obligados a conocer esas diferencias y, por ética, deben asumir como su primer deber la protección de sus gobernados. Es la condición sine que non para que puedan conservar el estado. Esto, por sobre todo, es lo que los acredita para ejercer el poder. Si no lo hacen, cometen la peor de las injusticias y nada más justifica su presencia en el cargo.
La premisa universal de que todo poder estatal se instituye mirando primeramente a garantizar la libertad, la seguridad y el patrimonio de los ciudadanos, base del contrato social, ha dejado de regir aquí desde hace años. Está en quiebra. El estado civil dio paso al Estado Ferino. Por eso, ningún ciudadano tiene seguro nada. Todos estamos expuestos a perder todo en cualquier momento.
En ese estado de conciencia, al que nadie escapa por el escandaloso nivel que ha cobrado la criminalidad, se da una especie de esclavitud, puesto que se vive en el miedo; un miedo que inhibe, paraliza y esteriliza como producto de casi cien años de gobiernos corruptos y cleptómanos que practicaron y recrearon la impunidad y la inmunidad.
El origen de todos los males está en el dinero, sentencia San Juan. Inexorablemente, esa máxima remite al modelo de acumulación capitalista que rige en el mundo desde hace más de tres décadas. El neoliberalismo, que tiene la ganancia desmedida, rápida y despiadada como premisa única, ha engendrado otros modelos “neo”, entre los que se podrían apuntar el neofeudalismo, el neoesclavismo, la neoconquista, todos, movidos por el lucro y, excepcionalmente en México, basados en la violencia.
Así, la única salida es retomar el camino extraviado. Es indispensable reconstruir el pacto social, en el que prevalezca el interés de los más. Los pocos criminales, en relación con la población, no pueden tener en un puño a la mayoría. El todo debe ser primero que la parte a cualquier costo. El Derecho y la Política son los únicos instrumentos capaces de hace eso. Sólo falta esgrimirlos.
SOTTO VOCE…
Los secretarios de Hacienda y de Educación, Arturo Herrera y Esteban Moctezuma, y el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, firmaron un convenio que pone fin a tres décadas de incertidumbre e inestabilidad del magisterio y las familias. Comienza una nueva etapa de bienestar para los michoacanos…Si en 2019 hubo golpes muy importantes contra funcionarios corruptos, en 2020, nos aseguran, habrá casos que serán, sencillamente, espectaculares.