En 1990, el escritor Mario Vargas Llosa, quien fracasó rotundamente como político, “definió” al sistema político mexicano como una “dictadura perfecta” y esa expresión, recreada por muchos, se quedó como una herramienta para “explicar” la forma como se gobernaba el país.
Por décadas, a nadie le importó que el Nobel de Literatura tuviera razón, sino que su percepción sirviera para desacreditar a México. Hoy, con más méritos, retoma su idea:
“México comenzaba a salir de esa dictadura perfecta (…) y me temo muchísimo que el populismo que parece realmente la ideología del actual presidente de México, nos conduzca otra vez a la dictadura perfecta”.
Empero, su atrevimiento teórico no tiene sustento. Desconoce las formas de gobierno y las diferencias entre dictadura y tiranía.
Esta, fue caracterizada desde el Siglo IV en Grecia, se mantiene inalterable desde entonces, la han referido todos los politólogos y se identifica por la toma violenta del poder, que ejerce un solo hombre, quien pasa por encima de leyes e instituciones, dispone de los bienes de los ciudadanos, a quienes “gobierna” con un puñal en el pecho, y aspira siempre a perpetuarse. Su límite suele ser el tiranicidio.
En cambio, el dictador surge de momentos de angustia y necesidad de los estados, que han extraviado el camino y necesitan ser refundados. Se le identifica por sus virtudes, por las que desdeña el poder. Por eso, prácticamente es obligado a ejercerlo sin restricciones. Solo no puede alterar la forma de gobierno, que ha de permanecer acorde con el ser de su pueblo. Cumple su misión tan rápido como puede, y vuelve a su condición de simple ciudadano. Lleno de honor y gloria.
Lo que ve y pronostica Vargas Llosa cae en el vacío con esta categorización. El presidente de México ha surgido de un ejercicio democrático inédito. Y si concentra mucho poder, lo hace soberanamente, ejerciéndolo mirando a la durísima tarea que tiene de reconstruir al país que recibió en avanzado estado de descomposición. Su decisión de no prolongar su mandato está notariada.
La libertad es una premisa básica de la democracia. Por eso, Andrés Manuel López Obrador dijo que al literato no se le aplicará el 33 constitucional por inmiscuirse en asuntos exclusivamente nuestros, ni se coartará su derecho a expresarse.
Sobre esta prerrogativa, su esposa, la doctora Beatriz Gutiérrez Müller, también manifestó su punto de vista sobre el tema de una manera pulcra, elegante y contundente, y dijo:
“…mucho me temo que algunos (escritores) estén haciendo retroceder a la literatura y al pensamiento (…) que comenzaba a salir de ese panfletarismo perfecto”.
Con eso, Vargas Llosa tiene la obligación ética de expresarse con bases y ser respetuoso de un país que siempre lo lee y lo acoge cálidamente. Que siga fantaseando con la literatura… y se olvide de nuestra política.
SOTTO VOCE…
“La política no sirve si no sirve a la gente”, el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, al presentar la estrategia “Misión por la Inclusión 2020” y entregar equipamiento para las 43 Unidades Básicas de Rehabilitación, junto con su esposa y presidenta honoraria del DIF, Ivette Morán. Con eso, por primera vez, muchos niños tendrán la oportunidad de acceder a mejores condiciones de vida… De acuerdo con Arias Consultores, los gobernadores mejor evaluados en noviembre, son Quirino Ordaz, Carlos Mendoza y Francisco García, de Sinaloa, BCS y Tamaulipas… Héctor Astudillo, quien ha logrado magníficos resultados en materia de seguridad, sinónimo de confianza, llega a su Cuarto Informe con nuevos proyectos turísticos, que generan 240 mil empleos. Y los cruceros están de regreso en Acapulco… El encuentro del presidente de la República con el dirigente del SNTE, Alfonso Cepeda, marcan una nueva etapa en la relación y la evolución de la educación en México.
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