Ornela Garelli

Reparar para no comprar

16/08/2020 |02:40
Redacción El Universal
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El sobreconsumo es el motor del sistema capitalista que rige nuestra economía. A diferencia del consumo, que implica adquirir productos y acceder a servicios a partir de nuestras necesidades reales, el consumismo o sobreconsumo se basa en el exceso y nos lleva a tomar más recursos de los que necesitamos y de los que el planeta puede proveer.

Pero como el consumismo es funcional al capitalismo, no importan las consideraciones ambientales ni sociales y para que nos mantengamos comprando y consumiendo cada vez más productos, las empresas desarrollan diversas estrategias basadas en una amplia maquinaria publicitaria. De este modo, las grandes marcas invierten millones en anuncios publicitarios para que nos inventemos nuevas necesidades, como la de estar a la moda o nuestra adicción a la comida y a las bebidas azucaradas; además de que crean productos desechables para que tengamos la necesidad de cambiarlos constantemente por nuevos artículos.

Si hablamos de desechables, comúnmente pensaríamos, por ejemplo, en plásticos de un solo uso como bolsas, vasos, platos, cubiertos, diseñados para usarse por unos minutos o un par de veces y después tirarse. Sin embargo, los productos desechables, bajo esta misma lógica de usar y tirar en un corto periodo de tiempo, también pueden referir a prendas de ropa, como aquellas de la llamada moda rápida, que son de muy baja calidad y que pasan de moda en cuestión de semanas cuando llega la nueva temporada. Así también es el caso de los dispositivos y aparatos electrónicos.

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Mediante la obsolescencia programada, las compañías que fabrican aparatos y dispositivos electrónicos limitan el tiempo de vida útil de los mismos, programando de antemano el período de tiempo en que se volverán obsoletos, no funcionales o fuera de moda. Es decir, nos venden electrónicos desechables.

El consumismo trae grandes impactos ambientales, como la emisión de gases de efecto invernadero, 60% de la emisión global según el C40, la contaminación del agua y el suelo, la extracción de recursos sin límite y la generación desmedida de residuos. La cultura del usar y tirar, la cultura de lo desechable, que es funcional al sobreconsumo, tiene un papel central en estas consecuencias.

Así, el que los aparatos y dispositivos electrónicos que adquirimos tengan desde su diseño y fabricación una vida útil corta ha contribuido a la generación de basura electrónica, la cual, además, puede liberar sustancias químicas tóxicas que contaminan nuestros cuerpos de agua y el suelo y afectan la salud de las personas.[1] De acuerdo al Global E-Waste Monitor 2020, un récord de 53.6 millones de toneladas métricas de residuos electrónicos se generaron a nivel mundial en 2019, con un incremento de 21% en relación a los últimos cinco años. Esto convierte a los residuos electrónicos en la corriente de residuos domésticos que más rápido crece globalmente.[2] Nos estamos inundando de computadoras, celulares, electrodomésticos, televisores, etc., que dejaron de funcionar, que fueron descontinuados o que pasaron de moda porque llegó la nueva versión.

Ante este problema, es muy importante que las empresas asuman su responsabilidad para dejar de vender productos desechables, pero también que las personas tengamos la oportunidad de reparar estos aparatos y dispositivos, de renovarlos y de darles mantenimiento, de modo que podamos extender su vida útil. Mediante estas alternativas evitamos que se conviertan en residuos y que tengamos que gastar o endeudarnos para adquirir las nuevas versiones.

Sin embargo, esta posibilidad se podría ver afectada por las reformas hechas en junio pasado por el Congreso de la Unión a la Ley Federal del Derecho de Autor y al Código Penal Federal que, entre otras disposiciones, podrían implicar el establecimiento de multas y años de prisión por evadir un candado digital (medida tecnológica de protección) para inspeccionar, reparar, dar mantenimiento o modificar un aparato, vehículo o dispositivo electrónico que requiera para ello la elusión de dicho candado.[3]

Así también, estas reformas, al obstaculizar la posibilidad de la reparación y la modificación ciudadana de los aparatos y dispositivos, contribuyen a mantener nuestra economía anclada en la linealidad que ha llevado a la crisis ambiental que vivimos en la actualidad (extracción de recursos naturales- producción- transportación- consumo- desecho). En lugar de permitirnos avanzar hacia esquemas más sustentables, como la economía circular, en la que se alarga la vida útil de los productos, se renueva, se repara y se reutiliza.

Muchas personas en México ya reparan y dan mantenimiento a sus propios aparatos, otras incluso se ganan la vida ofreciendo este servicio a los demás. Por esto, es fundamental que las y los legisladores reviertan estas reformas en beneficio de la gente y del planeta y no de las grandes empresas.

Especialista en Consumo responsable y cambio climático de Greenpeace México   

[1] Greenpeace, Guide to Greener Electronics 2017 https://www.greenpeace.org/usa/reports/greener-electronics-2017/

[2] The Global E-waste Monitor 2020 http://ewastemonitor.info/

[3] Más información en la página web de la Red en Defensa de los Derechos Digitales https://r3d.mx/