Fotos: Cortesía
Gina Valdivia y Charo De los Santos, originarias de Chiapas, han sido amigas desde hace 30 años. Vivieron la epidemia de la influenza AH1N1 en 2009 y día con día ven la crudeza de la migración proveniente de Centroamérica de cerca juntas. Hoy, crean cubrebocas de tres capas, overoles y caretas para médicos y otros trabajadores que se encuentran que están al frente del campo de batalla contra el covid-19 que se ha posicionado como el principal actor a nivel mundial desde inicios de abril.
En México, la resiliencia es una cualidad que se aprende entre temblores, tsunamis, inundaciones y epidemias. Así, cuando se decretó el inicio de la fase 2 de la pandemia del Covid-19 en el país, Gina no dudó en hacer algo, pues al ver los videos en redes sociales que ilustran el colapso del sistema de salud en Guayaquil, Ecuador, pensó en que podría ayudar mediante su talento: la costura, pues vivir en Tapachula las acerca a dicha realidad.
Con base en los datos del gobierno de Chiapas, hasta la fecha son 54 casos comprobados de coronavirus y 569 casos sospechosos, frente a 12 personas recuperadas y 3 defunciones, colocándose como el vigésimo séptimo estado que tiene mayor presencia de covid entre su población, según la Secretaría de Salud.
De acuerdo con datos obtenidos por la empresa argentina, Retargetly, Chiapas ocupa uno de los primeros lugares entre los estados que menos han reducido la movilidad entre sus habitantes: 47% frente al 78% que logró la CDMX, lo cual, pone en mayor riesgo a los habitantes, pues Baruch Díaz, médico cirujano y responsable de la Clínica de Atención Preventiva del Viajero de la UNAM afirmó que en China se redujeron los contagios con esta medida.
“Decidí hacer algo al respecto porque no podemos permitir llegar a esos extremos. Nuestra ciudad es pequeña y tenemos mucha migración. Por tanto, siempre hay muchas personas deambulando por la calle y una de las cosas más importantes que debemos hacer es proteger a nuestros médicos y demás personal que por su trabajo, se encuentra en mayor contacto con el virus, pues son quienes van a dar la batalla por nosotros”, narra Gina, la iniciadora del plan.
Gina dejó su taller de costura, en el cual no había parado en 20 años, donde ha creado vestidos de novia y otros propios de celebraciones casuales para poner manos a la obra. “Un miércoles decidimos iniciar. Hicimos un grupo de difusión entre nuestros amigos y familiares para invitarlos a donar, ya sea en especie, pues cerraron la principal tienda que vende tela o por medio de dinero para costear más a través de tiendas en internet”, comenta Charo.
Funcionales y efectivos
Este equipo ha entregado cubrebocas al Hospital General de Tapachula, Ciudad Salud, Centro de Salud Cacahoatan y en IMSS Huixtla. En 20 metros de tela de peyón ecológico diseñan 200 tapabocas. Charo cuenta que “pudieron salir más piezas; sin embargo, para que fueran funcionales y efectivos los hicieron con triple capa, pues en medio de este, colocan un peyón adherible mediante el calor de una plancha, lo cual hace que pasen la prueba del aerosol.
El Comité de Seguridad Biológica del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) detalla que los cubrebocas de tela o “respiradores” son capaces de impedir la inhalación de agentes infecciosos menores a 5 micras. El tapabocas N95 es el tipo mínimo elemental requerido para prevenir contagios.
Estos solo protegen de partículas, pero no de gases ni vapores. “El término N95 se refiere a que el respirador puede filtrar al menos el 95% de partículas altamente penetrantes. La N indica que no es resistente a aceites”.
De acuerdo con este organismo del INER, la efectividad de estas “mascarillas” depende del sellado, del tamaño que debe ser adecuado para el usuario; es decir, que cubra por completo el vello facial cercano a nariz y boca ya que puede alojarse cualquier partícula en dicha zona. Asimismo, una vez que se usa, se recomienda que no se toque la parte exterior y se manipule solo los extremos para evitar el contacto con cualquier agente contagioso.
El tiempo de vida de los tapabocas depende del clima, pues si el usuario suda en demasía, disminuye la efectividad del mismo. Sin embargo, en zonas no calurosas como los hospitales son funcionables durante 3 días, para ello, también es necesario que, tras usarlos, deben ponerse al sol. Con las donaciones han comprado alrededor de 190 m de peyón ecológico, de los cuales, estiman que saldrán de 2 mil a 4 mil piezas.
A los overoles los realizan con popelina lisa. Hasta el momento, han experimentado con tallas mediana y grande. Tienen elástico en las mangas y en los pies. Las creadoras estiman que pueden durar aproximadamente un mes y lavarse con agua caliente para desinfectarlos.
Mientras que, las caretas, las realizan con acetatos, obtenidos en tiendas electrónicas, pues ante el cierre de varios negocios, tuvieron que buscar opciones. “La producción es lenta, pues hacen falta manos; no obstante, esperamos que podamos agilizar el ritmo”.
Solidaridad mexicana
En cuanto publicaron en redes sociales su proyecto y una invitación para formar parte de él mediante cualquier, empezaron a recibir llamadas y los apoyos, como el de Rosa, quien trabaja en el taller, se ofreció a colaborar con ellas, sin pedir nada a cambio. Por su parte, la psicóloga Tere Álvarez junto con su esposo sanitizó el taller para garantizar mayor seguridad al realizar estas actividades.
Ambas socias no deseaban que saliera la historia de su proyecto en medios, pues temían que la fama fuera un arma de doble filo y causara desconfianza ante las donaciones; sin embargo, afirman: “es necesario, debemos unirnos y motivar a la gente a que haga otras acciones para apoyar a la causa”. Ambas socias pertenecen a la población de riesgo ante el Covid-19, Charo tiene asma; Gina, hipertensión arterial; sin embargo, eso no las detiene. La primera maneja y hace las diligencias en auto y recoge en sus casas a quienes deseen ayudar. La segunda, se encarga de diseñar y coser, en mayor medida.
Sin embargo, cuando están las tres en el taller, una pega los elásticos que posibilitan sujetar los cubrebocas a las orejas del usuario; otra hace costuras rectas y otra las hace en la máquina. “Trabajamos de esta forma para simular la dinámica en una maquila y avanzar lo más rápido posible, pues si cada una hace una pieza por completo, se ralentiza el proceso", explica Gina.
Desde que se decretó la cuarentena, Charo dejó de dar clases a niños de primaria y Gina paró de hacer hechuras y remendado. Sus ahorros y despensa comprada con anticipación les han permitido sobrellevar el aislamiento. “Hay gente que nos ha apoyado con víveres, pues no recibimos ninguna gratificación económica de esto. Estamos a lo que Dios provee. Vivimos de lo que trabajamos, pero este esfuerzo vale la pena”, explica Gina.
Ante lo que viene
Gina y Charo no dudan en seguir. Continuarán mientras “las manos les den la posibilidad”. Esperan que pronto puedan ampliar el tiraje para brindarles material de protección a personas que se dedican a la limpieza, seguridad y a la recolección de basura.
“Aún falta mucho por hacer, pero lo que queremos es mostrar que es posible ayudar con poco y partir de ahí para hacer cosas grandes”. Ahora, diversos hospitales se han puesto en contacto con ellas, debido a que “reconocen la calidad en lo que hacemos”, pues aunque aseguran que se trata de herramientas arcaicas, están hechas de materiales resistentes. “Mi experiencia dentro de la costura me hizo incorporar las capas”, comenta Gina.
Con más de mil cubrebocas y más de 200 overoles entregados, Gina y Charo buscan proteger a quienes las cuidan, esperan volver a las aulas y a confeccionar vestidos. Mientras tanto, seguirán trabajando 10 horas a diario.