Por: Nurit Martínez

Es un hecho que en las últimas décadas el pensamiento colectivo en México pasó del entusiasta "¡sí se puede!" y de dar el extra en todo lo que se hace, con fuerza y carácter en una expresión cotidiana que se generalizó como “el fua”, a una postura de sancionar a los “aspiracionistas”, aquellos que buscan salir de la condición actual en la que se encuentran. Lo que perdemos como nación con esta última visión es la capacidad de tener cada vez más “pensadores creativos resilientes”.

En la más reciente publicación sobre evaluaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) se reveló que el 12 por ciento de los jóvenes mexicanos de 15 años que se presentaron a la prueba Mentes creativas, escuelas creativas, y que pertenecen al grupo socioeconómico más desfavorable, son capaces de sobreponerse y alcanzar los puntajes más altos en estas pruebas internacionales.

Es decir, dentro de los grupos más desfavorecidos de nuestro país, existe ese pensamiento y actitud creativa que les permite ser resilientes ante su precaria situación de alimentación, salud y vivienda, sumado a un sistema educativo con capacidades físicas y académicas limitadas. A pesar de ello, cuentan con herramientas para resolver problemas sociales similares a los que presentan otros jóvenes con mayores ventajas sociales.

Al revisar los datos de la evaluación, resulta interesante conocer que esto no es solo un asunto de actitud, entusiasmo o una cultura positiva. El 86 por ciento de los seis mil 288 estudiantes que participaron de 280 escuelas, representando a poco más de un millón 393 mil mexicanos de esa edad, respondieron que están de acuerdo en que es posible ser creativo para resolver los problemas que enfrentan.

Sin embargo, aunque plantearnos generar una cultura de actuación por esa línea puede provocar un cambio personal, esto se revela en una conclusión del reporte final de la OCDE, cuando menciona que el 59 por ciento de los jóvenes piensa que ser creativo es una condición con la cual se nace y que ellos no pueden cambiar.

Además, el 32 por ciento reconoció que tienen dificultades para utilizar su imaginación, y cuando se observan los resultados de sus pruebas en expresión oral, escrita y matemáticas, se registran bajos puntajes. Esto demuestra que no solo se trata de aprender en el sentido del conocimiento básico, sino también que, al aplicarlo en la resolución de problemas cotidianos, la creatividad es una palanca esencial. Esto es, como hemos mencionado en otras ocasiones, leer un instructivo básico y seguirlo para, por ejemplo, hacer funcionar un aparato tecnológico.

La creatividad, en este ejemplo, también puede estar asociada a la “intuición”, como al oprimir un botón o colocar una manija en un determinado lugar debido a un conocimiento previo que orienta la toma de decisiones de forma progresiva para que ese aparato funcione como señala el instructivo.

Los números de la evaluación nos dicen que seis de cada diez jóvenes mexicanos tienen la concepción de una “mentalidad fija”, según la OCDE. Por lo tanto, es “la cruz” que deben cargar. Lo cierto es que ahí tenemos a un 12 por ciento de los jóvenes que se niegan a conformarse con la idea de que el origen es destino y, a pesar de sus condiciones familiares de alimentación, luz, agua, empleabilidad, salud y vivienda, logran despegarse en un esfuerzo de mérito personal o familiar.

Según la evaluación, con esa mentalidad, los jóvenes mexicanos pueden resolver problemas sociales y científicos. Es un estado personal que combina el “estado de ánimo” familiar y social, que los contagia de esa fuerza moral alimentada por conocimientos adquiridos en la escuela. Es decir, un conjunto de herramientas de apoyo familiar, social y escolar para resolver lo que ocurre en su entorno o, en el plano profesional, la capacidad de tomar todas esas herramientas para resolver problemas científicos.

Se trata de datos reveladores que permiten tomar decisiones en la política pública. Hay quienes consideran que esos jóvenes que se rebelan contra su condición socioeconómica son garbanzos de a libra que siempre han existido, y sí, en efecto, puede ser así.

Sin embargo, ahora podemos saber dónde están, quiénes son y buscar apoyarlos para contagiar a otros y hacer que aquellos que consideran que viven una condena social tengan la oportunidad de contar con herramientas y apoyos para que su creatividad sea una herramienta para la resiliencia social. De no hacerlo, esa mentalidad de creatividad frustrada puede generar un bloque de resentimiento social con graves consecuencias para la convivencia comunitaria.

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